En búsqueda de respuestas: el recorrido de los padres

Una vez que los padres logran preinscribir a sus hijos en un sistema online que muchas veces no funciona, empieza una incertidumbre de días que en la mayoría de los casos acaba con una mala noticia: el chico está "en lista de espera". A ese momento le sigue un largo deambular por dependencias estatales frente al que, casi siempre, se dan por vencidos.

Los que pueden, terminan asumiendo el costo de salas maternales y jardines privados; los que no, hacen malabares para poder cuidar a los chicos, teniendo que renunciar, muchas veces, a la posibilidad de tener un trabajo o reduciendo su carga laboral.

Una logística complicada

Es el tercer año consecutivo que Valeria Álvarez intenta anotar a su hijo Vicente -que debería empezar la sala de 3- en la escuela. Siempre queda en lista de espera. "Aun habiéndome mudado de barrio, de Boedo a Caballito, nos sigue pasando lo mismo", dice.

La mujer, de 34 años, tuvo que reducir su jornada laboral en la fundación donde trabaja para poder cuidar a Vicente. "No podíamos pagarle tantas horas a una niñera. Hoy nos arreglamos con familiares. Es una logística muy complicada."

Cuando Micaela López Rodríguez llegó a fines de 2014 con León, su hijo de 45 días, de Córdoba a la Capital Federal, lo primero que hizo fue buscar un jardín maternal. "Ese año no llegué a anotarlo y tuve que arreglarme con una niñera, como pude, mientras trabajaba todo el día", recuerda Micaela, que tiene 31 años y es docente.

En 2015 intentó anotar nuevamente a León, pero quedó en lista de espera. Entonces, junto a ocho familias fundó el grupo La Vacante es un...

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