Buenos Aires, según la lente con que se la mire

Un momento televisivo que marcó la conversación en los recreos primarios de toda una generación fue aquel estrafalario episodio de La mujer maravilla en que Diana Prince (Lynda Carter) viajaba en misión secreta a Buenos Aires. La ciudad se reducía a una mansión de estilo españolísimo, rodeada de árboles, y a una playa con mar y montañas de fondo. Ya sin su indumentaria pop, la heroína daba su veredicto: "Buenos Aires es un lugar muy romántico".

Tampoco Gilda, aquella clásica película en la que Rita Hayworth le daba un exacto cachetazo a Glenn Ford, había tenido que cotejar su Buenos Aires de interiores con ningún dato real, ni siquiera verosímil. Los tiempos eran otros, no le temían a los malentendidos ni, se diría, a la ignorancia. Sin embargo, hoy, cuando las producciones internacionales pueden trasladarse a filmar con relativa facilidad en la muy concreta ciudad en que vivimos, persiste ante sus imágenes cierto efecto desconcertante. Baste recordar a Highlander en el Teatro Colón o Tetro, la dispar cinta de Francis Ford Coppola. Fue con esas promesas de perplejidad que me acerqué a ver Focus, la película protagonizada por Will Smith que se estrenó la semana última, y cuya acción, tras pasos por Nueva York y Nueva Orleáns, termina por mudarse a Buenos Aires.

Como ocurre con tantas grandes producciones de Hollywood, no hay verdaderas motivos argumentales: la trama podría haberse situado sin problemas en Roma o en Estambul. Buenos Aires es el telón de fondo, de resonancias acaso exóticas, para el estafador nómada al que sigue la película. Hay alguna bella panorámica áerea y nocturna, inevitables escenas en San Telmo, un almuerzo en Caminito, los interiores de un lujoso y clásico hotel internacional y mensajes subliminales en favor del malbec. Las secuencias del autódromo, una locación inesperada que se descubre en los créditos, se hicieron en cambio en un circuito norteamericano. Algún que otro tropiezo sin importancia subraya apenas su condición de fantasía inocua. El más divertido, por involuntario, es cuando el protagonista se dirige, malherido pero aliviado, hacia un supuesto nosocomio general con un frontispicio que anuncia: "Hospital neuropsiquiátrico de mujeres". El espectador porteño reconocerá el hospital Moyano, pero es dudoso que los responsables de la película sospechen lo absurdo de la escena.

Filmar en una ciudad ajena no es, sin embargo, sinónimo...

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