Por el buen camino

La gravedad de los hechos políticos y sociales de actualidad debió de haber potenciado, en lugar de atenuarlo en la consideración pública, el acuerdo concertado días atrás por figuras representativas de diversas fuerzas políticas. En él se estipularon bases mínimas de gobernabilidad.Tan elementales han sido las propuestas alrededor de las cuales ha coincidido la voluntad de personalidades del Peronismo Federal, de la Coalición Cívica, de la Unión Cívica Radical, de Pro y del socialismo, que en otro país, o en este mismo país pero fuera del contexto de desafueros que lo abruma, hubieran sido difíciles de explicar.Sobre cinco cláusulas convenidas en el acuerdo, cuatro son absolutamente elementales desde la perspectiva general de un Estado de Derecho. Es como haber convenido que el oxígeno es indispensable para la vida humana. Sin embargo, ha sido necesario hacerlo de manera explícita.Por eso la cláusula primera, referida a las condiciones indispensables para la gobernabilidad de un sistema democrático y republicano de gobierno, dice que "el Poder Ejecutivo y la fuerza mayoritaria del Congreso, pertenezcan o no al mismo partido, aceptarán que los derechos de las mayorías no son absolutos y que es deber de sus representantes promover el diálogo. La oposición, por su parte, se abstendrá de acciones que obstruyan ilegítimamente al gobierno y provoquen alteraciones políticas y sociales".Es interesante, e importante, que el ex presidente Eduardo Duhalde haya sido uno de los promotores de este entendimiento programático junto, entre otros, con el ex ministro radical Rodolfo Terragno y Francisco Cabrera, ministro de la Producción del gobierno de Mauricio Macri. Duhalde mal podía ignorar la larga tradición de perturbaciones peronistas a la estabilidad institucional de gobiernos civiles: con Arturo Illia, entre 1963 y 1966; con Raúl Alfonsín, durante cuyos casi seis años en la Casa Rosada la CGT organizó, sin más razones que el capricho político y corporativo, 13 paros nacionales; con Fernando de la Rúa, sobre todo en cuanto a la desestabilización final y los saqueos en el Gran Buenos Aires.El reclamo del diálogo, como manifestación inequívoca del espíritu republicano y de la convivencia civilizada, está dirigido a poner en evidencia una de las debilidades mayores del régimen político instaurado en 2003. Ese aislamiento arrogante y autoritario ha condenado al propio justicialismo a quedar sometido a las decisiones de un pequeño círculo de poder, obstinado en condenar...

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