Brujas, infidelidad y voto

"Se ve que me han hecho alguna cosita para que no pueda hablar unos días. Pero yo no voy a una bruja, quédense tranquilos."

(De Cristina Kirchner)

Carmen tiene 94 años y está sentada sola frente a una mesa para cuatro. No tiene ganas de compartir el almuerzo en el geriátrico donde vive desde que la memoria empezó a fallarle. A pesar de las circunstancias, mantiene su espíritu de mujer autosuficiente. La espalda, bastante erguida para su edad, refuerza la elegancia que siempre la destacó. Sabe que es sábado porque hay mucho movimiento en la casa que comparte con decenas de personas. Es el día en que llegan más visitas.

Apenas me ve, me saluda con un enorme beso y un reclamo: la comida tiene poca sal. "¡Así que el cielo se puso verde y encontraron una ballena en Puerto Madero!", me dice, divertida, mostrándome los diarios que estuvo leyendo y me aclara que donde ella está, en el sur del Gran Buenos Aires, no llegó a sentirse el olor nauseabundo que la semana pasada invadió la Capital.

Es maravilloso verla surfear entre los datos del presente. No ha perdido acidez en los comentarios. Tampoco ironía. "Escuché que la Presidenta dijo que creía que le habían hecho algún trabajito para mantenerla muda. ¡Por Dios!, con lo que habla esta mujer no hay brujería que alcance", dice, y me pide que le cuente otras cosas que pasaron.

Le digo que River salió campeón de la Libertadores y que la infidelidad ya no es causal de divorcio. Me mira...

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