Nada de bromas: el horno no está para bollos

El tenor de los acontecimientos de las últimas semanas obliga a esta columna a ponerse más seria que nunca. Se han concatenado, en una deriva dramática, hechos de magnitud y alcance asimilables a una bomba de racimo. La existencia misma del país, su viabilidad como nación, ha sido puesta en duda, sobre todo después de confirmarse lo que hasta entonces era solo una presunción: nos hemos quedado sin figuritas.

De norte a sur, de este a oeste, legiones de padres y de chicos deambulan por las calles, recorren inútilmente kioscos, librerías, supermercados, estaciones de servicio, pizzerías, hospitales, concesionarias de autos… Hay señores que llegan de madrugada a sus casas y ponen esa búsqueda como excusa. Esta semana estuve en La Matanza y me crucé con una manifestación de indignados que llevaban una pancarta gigante: "Juicio y castigo a Panini. ¡Con los pibes no! ". Siempre atento a las inquietudes populares, el Gobierno tomó cartas en el asunto. El secretario de Comercio reunió el martes a la Unión de Kiosqueros y a la empresa responsable del faltante; una suerte de paritaria de las figuritas. A los empresarios les habló en un tono severísimo: "Señores de Panini, soy Tombolini". Al verse acorralados, los Panini boys, mercaderes insensibles, ofrecieron un Ahora 10: 10 sobres por chico, con Precios Cuidados; porque no faltan kiosqueros especuladores que han convertido a esos míseros papeluchos en commodities y fijan el valor según la cotización del dólar álbum. Hombre de Massa, Tombolini también fue duro con ellos: "Nada de aprovechar este desabastecimiento para sacar ventajitas". La cosa llegó anteayer a la Justicia con una denuncia penal contra Panini. Los Panini boys tuvieron que entregar sus teléfonos celulares. Para resguardarlos, primero fueron revisados por peritos de la Policía Federal, después por espías de la AFI y ahora están en el despacho de Aníbal Fernández.

Que falten alimentos, remedios, insumos para la producción vaya y pase; lo de las figuritas supera todos los límites. La cuestión es tan grave que el Frente de Todes (tiro lo de "todes" a modo de sugerencia) está intentando ocultarla con sucesivas cortinas de humo. A Alberto Fernández le pidieron que bajara del avión en Nueva York con la bragueta abierta, que hablara de "la banda de los copitos" ante las Naciones Unidas, que le prometiera a la jefa del FMI que va a ajustar los gastos en Olivos y que desafinara una guitarra eléctrica de 9000 dólares en un legendario local de...

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