Breve anatomía de las sagradas escrituras

Ella se inclina sobre el libro de azuladas tapas duras, se demora en una letra, solo una letra del alfabeto que ha aprendido cuando apenas era una niña, palpa con la yema de los dedos la superficie del papel y observa la arquitectura de ese símbolo con ojos de orfebre, el grueso trazo de acentos rústicos, los detalles invisibles a otra mirada de esa letra delineada según los dictados de los maestros del gótico. Dentro de la letra, en el interior de la amplia panza de la letra O, una niña de pelo rizado toca una lira, y esa breve escena ornamental viene a decirnos con exquisitez que el texto que estamos leyendo refiere el mundo de la música. Abstraída de los trajines de la Redacción, como si estuviese descubriendo las maravillas de un códice en la penumbra de una abadía medieval, mi compañera de trabajo en el área de diseño, María Helena, levanta la vista cuando disipo el hechizo consultándole de qué libro se trata.

-Era de mi bisabuelo -dice, y cierra el libro con un crujir de papeles viejos y tapas resecadas-. Llevátelo, si querés -agrega. Me lo da con cierta despreocupación junto a una bolsa de tela en la que me recomienda guardarlo para protegerlo. Cuando lo tengo conmigo siento una súbita conmoción, semejante a la que me ha arrebatado cuando hace algunos años apoyé la palma de una mano en los muros de una catedral europea, o como si tuviese ahora conmigo el Santo Grial.

En la portada se lee El gráfico moderno, por José Fontana, una edición de 1930. Es una pieza extraordinaria consagrada hace casi un siglo a divulgar los secretos del arte de la impresión, un manual del oficio destinado a tipógrafos, maquinistas y encuadernadores de la época, que hunde la mirada en el fondo de la historia. Hemos pasado una vida entera leyendo, atendiendo las noticias en los diarios o aventurándonos en mundos fantásticos de cuentos y novelas, hemos incluso procurado entender los avances de la lengua según los saberes de la filología, y sin embargo tan pocas veces posamos nuestro interés en los alfabetos y en la arquitectura de sus letras, con su diversidad estética y su enorme valor expresivo, con el desdén de quien degusta un plato fabuloso sin importarle siquiera qué especias le dan a ese bocado un sabor tan singular y extraordinario.

El libro comienza rastreando los orígenes remotos de la impresión. Dedica el autor el primer capítulo al grabado, y en especial a la xilografía, que engendró los tipos móviles y al cabo del tiempo los sistemas de impresión...

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