Borges y Victoria: la pasión de una amistad difícil

Sólo desde el final, con esa necesidad que el presente proyecta sobre el pasado, puede entenderse la relación –tan simple, tan intrincada– que unió a Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges. Victoria murió en enero de 1979. En el lapso de los tres meses siguientes, Borges escribió tres artículos sobre ella. "Casi puedo escribir que hoy tiene principio nuestra callada y verdadera amistad", anotó en uno de ellos, fechado en abril. "Podemos verla ahora –decía en otro, titulado sencillamente ‘V. O.’, que apareció en LA NACION–. Antes la ocultaban las circunstancias, las cosas del azar, cada día. Desde un instante de 1979 la distancia mágica de la muerte nos deja divisarla de un modo inmóvil, eterno y singular." ¿Cómo es la visión última, cuál es la singularidad? Ese mismo artículo, como los otros dos, serán intentos trabajosos, algo incómodos, de responder esa pregunta, posible únicamente con la muerte de una de las partes.Victoria Ocampo y Borges se conocieron hacia mediados de la década de 1920 por intermedio de un amigo en común, Ricardo Güiraldes, muerto cuatro años antes de la fundación de Sur. Victoria era infalible para reconocer la condición excepcional que había en los otros. No se equivocó con Igor Stravinski, ni con Duke Ellington, no se equivocó con T. E. Lawrence ni con William Faulkner ni con la mayoría de los autores que decidió publicar en la revista y en la editorial Sur. Tampoco se equivocó con Borges. "Había en él una tendencia a ironizar sobre aquello que no fuera de su gusto, y nuestros gustos diferían. La ironía de Borges actuaba sobre mí como el limón sobre la ostra abierta." Esto cuenta Victoria Ocampo en el artículo que formó parte de la edición del cuarto número de Cahier de L’Herne dedicada a Borges y que, traducido, integra ahora Diálogo con Borges. Ese volumen reúne también cartas inéditas [ver aparte], textos del autor de Ficciones, el libro de conversaciones entre ambos publicado originalmente en 1969 y varias fotografías. La del limón y la ostra es una metáfora curiosa: el ácido provoca convulsión en el cuerpo de la ostra, pero también la limpia casi hasta la esterilización. Que Borges podía irritar a Victoria queda claro ya en la metáfora de la frase; menos evidente es que la convirtiera en alguien distinto, que la hiciera cambiar de idea. Sin duda, a él lo desalentaban algunos entusiasmos volátiles de ella ("cometía para mí la herejía de preferir Baudelaire a Hugo", dice en el discurso pronunciado en la sede de la Unesco el 15 de...

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