El blanqueo, de las reservas morales al realismo

Cada vez que se ha recurrido a un o a una moratoria, ha debido prevalecer el realismo sobre las reservas morales que despiertan estas medidas. En efecto, constituyen un premio para quienes evadieron y, por lo tanto, una burla para los que cumplieron. Además de esta objeción, también se supone que alientan la evasión, ya que la presunción siempre confirmada de que habrá un próximo blanqueo induce a no pagar impuestos en término.

Hoy estamos ante la misma disyuntiva y, frente a una coyuntura ciertamente crítica, se ha impuesto la opción realista. El blanqueo se propone como un instrumento de reactivación económica y un medio para aportar recursos a un fisco desequilibrado, que a su vez tiene una gran deuda con los jubilados. El propósito es pagarla sin aumentar el déficit fiscal heredado e impulsar la inversión privada para atenuar la actual situación recesiva y crear nuevos empleos. En ausencia del blanqueo y de incentivos a la radicación de capitales, no habría posibilidad de que sea el Estado quien lidere inversiones, ya que hoy está necesariamente obligado a reducir su gasto.

El transcurso del tiempo para concretar el blanqueo juega en contra, ya que el buen clima internacional hacia la Argentina podría disiparse si las resistencias internas de carácter político y social demoraran el saneamiento fiscal. La conflictividad creciente ya ha prendido algunas luces de alarma, aumentando la ansiedad por reducir la inflación y reactivar la inversión y el consumo. Pero a contramano de este deseo una fracción importante de la sociedad resiste cualquier intento de ajuste del gasto público.

La media sanción en Diputados del proyecto de ley elaborado por el Poder Ejecutivo ha perfilado las características del blanqueo. El beneficio excluirá a los funcionarios de los tres poderes del Estado, los gobernadores y los intendentes, y también a sus familiares más directos. Es evidente que hay un prurito de transparencia explicable en el escenario de lucha contra la corrupción que se está llevando a cabo. Este nivel de sensibilidad contrasta con la aceptación de que los fondos blanqueados puedan permanecer en el exterior. Parecería una disposición inteligente si el objetivo fuera sólo maximizar la recaudación fiscal, pero no si se pretende un fuerte impulso sobre la inversión interna. Si la razón principal de la fuga de capitales ha sido el temor a la confiscación, puede haber una diferencia importante del monto blanqueado según se exija o no la repatriación.

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