¿Una bisagra en la historia judicial argentina?
Julio De Vido, Cristina Kirchner y José López, acusados en la causa Vialidad
Una tarde de enero de 2018, Diego Cabot me chistó desde la puerta del aula de la maestría en Periodismo de La Nación y la Universidad Di Tella, donde ambos enseñamos. Adentro estaban Candela Ini y Santiago Nasra , dos alumnos de la camada en curso, hoy periodistas del diario. Sobre una mesa había una pila de cuadernos. Diego tomó uno y me lo extendió. "Mirá", dijo expectante, sin agregar más. Lo abrí al azar. Me encontré con una descripción de desplazamientos, de bolsos con sumas de cinco o seis ceros traídos y llevados por funcionarios kirchneristas, con nombres de empresas y empresarios, todo apuntado con una objetividad pasmosa, sin comentarios ni juicios.
-¿Qué es esto?
Diego me explicó. Sentí que el cuaderno me quemaba las manos, pero al mismo tiempo resultaba inverosímil. ¿Qué clase de maníaco sería capaz de apuntar, a lo largo de siete cuadernos y un anotador, día tras día, diez años de recaudación ilegal? ¿Quién consignaría, con precisión obsesiva y durante tanto tiempo, las variaciones de un solo argumento? No había allí otra cosa: los funcionarios recogen bolsos llenos de dólares en los sótanos de edificios respetables y llevan el botín a Olivos, al departamento del matrimonio Kirchner en Recoleta o a la Casa Rosada. ¿Cabía en solo una década de gobierno un flujo de coimas semejante? Parecía demasiado.
-¿Sabés si esto es verdad? -le preguntó dos meses después el fiscal Carlos Stornelli a Diego, que en ese primer encuentro le llevó fotocopias de algunas páginas de los cuadernos.
Diego había corroborado, con la ayuda de Candela y Santiago, mucho de lo apuntado por Oscar Centeno , el chofer escribiente. Lugares, registros, itinerarios. Incluso había confrontado, con los datos chequeados, a muchos empresarios. Aunque a priori inverosímil, esa matriz brutal de corrupción descrita en la letra tomaba cuerpo en los hechos.
-Es todo verdad -le dijo a Stornelli.
A partir de allí, la investigación se judicializó. Tanto el periodista como el fiscal -cada cual desde su lugar- trabajaron con el más absoluto sigilo.
-Si se conoce esto, te matan -le advirtió Stornelli ese primer día.
Unos meses más tarde, Diego me confió que aquellos cuadernos que me había mostrado muy pronto iban a producir un terremoto judicial y político de enorme magnitud. Así fue. El 1° de agosto, la detención de Roberto Baratta , número dos de Julio De Vido , marcó el despegue de una causa que...
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