La otra Bienal de Venecia: cuando la periferia es el centro

VENECIA.- Fue el suizo Harald Szeemann, dos veces director de la Bienal, quien impuso a fines del siglo XX el esquema de una gran muestra abierta a todas las disciplinas que sería expuesta en el pabellón internacional de los Giardini y en el primer tramo de los Arsenales. Desde entonces esta selección lleva la firma del curador general, que en la 56a Exhibición Internacional de Arte es el africano Okwui Enwezor. Todavía hoy se sigue hablando en el edénico escenario que huele a jazmín del giro copernicano impuesto por el nigeriano con su guión curatorial.

El lema Todos los futuros posibles plantea un interrogante: ¿cómo en la era del progreso y de la tecnología crecen la ansiedad y las desigualdades? Para sostener esta hipótesis, Enwezor seleccionó obras de 136 artistas, de 53 países; 88 de ellos exponen por primera vez. El mundo árabe, africano y latinoamericano están presentes con trabajos que vienen de Amán, Zagreb, Ghana, Maputo, Buenos Aires y Perú. En el revés de la trama, el maisntream sostiene a la Bienal con el apoyo de dos grandes sponsors: cafe Illy y Swatch.

Además de desigualdades en el mundo, la presente edición exhibe algunas contradiciones que un curador ocurrente definió como "Bolche y Gabanna", en alusión al tufillo fashion propio de los días previos a la apertura y, al mismo tiempo, la lectura programática de El capital que se ejecuta en un auditorio ad hoc. Dos actores leen sin parar el texto de Marx como si fuera un oratorio. No se sabe si los visitantes escuchan o simplemente aprovechan la pausa para descansar un rato en mullidos almohadones.

Formado en los Estados Unidos, director del Museo de Arte Moderno de Munich, curador de Documenta de Kassel y de la Bienal de Corea, Enwezor eligió para su muestra el terrible video de Boltanski La Tos (un hombre se desangra frente a la cámara de un ataque de tos); los trabajos tempranos de Hans Haacke, como la bellísima Blue sail (1965), una vela azul que ondea por impulso de un ventilador. Y al inclasificable Tiravanija, tailandés nacido en Buenos Aires en 1961, que montó una fábrica de ladrillos para venderlos a, por los menos, 10 euros cada uno. Llevan inscripto el número 14.086 que es la cantidad que se necesita para construir una casa modesta en China. Léase como una manera de hacer arte comunitario.

El curador nigeriano explora la periferia, aunque usa trajes de corte irreprochable de marcas de alta gama. Cuando preparaba esta Bienal, visitó Buenos Aires invitado por Ximena...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR