Con La Beriso y La 25, el rock barrial confirma su vigencia

Cuando La 25 tocó en Atlanta dos sábados atrás y Mauricio "Junior" Lescano enumeró sus verdades en "Cómo me gusta" ("vivo en un barrio bien pobre", "crecí entre tangos y rocanrol", "me gusta el rock bien cuadrado"), quedó claro que la patria stone había vuelto a pisar los estadios. Si bien el público copaba apenas la mitad del campo de juego, el desembarco en Villa Crespo era el redoble de apuesta para un grupo con veinte años de trayectoria, pocos acordes y un sólido plan de carrera. Y era también el primer síntoma de un diciembre que, con el show de hoy de La Beriso en River y en vísperas de un nuevo aniversario de Cromagnon, renueva a los gritos la supremacía de eso que alguna vez conocimos como rock barrial.

La 25 y La Beriso son dos casos de éxito contemporáneos a Callejeros (La 25, de hecho, tocó en Cromagnon cinco días antes de la tragedia, y sufrió un principio de incendio que pudo ser sofocado a tiempo), bandas surgidas en la segunda mitad de los 90. La matriz musical de La 25 se funda en la escuela Ratones Paranoicos-Viejas Locas, y si algo no se le puede reclamar es coherencia: sonaron siempre igual. La Beriso, en cambio, relee a su modo el legado de los Redonditos de Ricota, y se hizo fuerte en ese espacio vacante que dejó el desarme de Callejeros. La suya es la curva de crecimiento más pronunciada que dibujó el rock local en la última década, sólo comparable con la de Las Pastillas del Abuelo -que en abril tocaron ante 25.000 en Ferro- y la de los uruguayos No Te Va Gustar.

El del rock barrial es un fenómeno que pasa por el público, no por las bandas -dice José Palazzo, productor de Cosquín Rock, el festival que expone como ningún otro la impronta del rock argentino de esta era-. Es un fenómeno cultural que tiene que ver con consumir música de manera interactiva, yendo a comer un asado a la tarde, saltando en los alrededores, haciendo la previa, el pogo. Eso no pasa en todos los lugares del mundo. Culturalmente somos un país que se adapta más a este tipo de bandas.

De estos polvos, futuros lodos

"El barrio llegó a Obras." Ese grafiti de 1994 estampado en una pared de camarín inmortalizó el arribo de La Renga al estadio de Avenida del Libertador, hace más de veinte años. En un escenario que había visto pasar a precursores barriales como Manal, Pappo o Memphis, la frase sintetizaba el ánimo fundacional de una camada que venía a alterar el mapa de calor del rock argentino, además de su astucia marketinera natural. Nacía una...

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