La belleza que ruge

Alvar Núñez Cabeza de Vaca se debe de haber llevado un buen susto. Corría el año 1541 y el hombre -explorador curtido- hacía su segundo viaje por América. Avanzaba desde el Atlántico hacia Asunción del Paraguay cuando escuchó el rugido. No es difícil imaginar el sudor frío por su espalda de aventurero español. El cruce de miradas, aguadas por el rocío y la transpiración, con sus compañeros de viaje. Las manos, tensas, en las espadas. Faltaba poco para que ojos europeos vieran por primera vez algo que los mbyá-guaraní ya conocían muy bien. Faltaba poco para que descubrieran la furiosa bestia de agua y piedra que se escondía en la espesura de la selva misionera.

Más de cuatro siglos y medio después, cuando se avanza por las pasarelas firmes y seguras que parecen acercarle a uno las cataratas del Iguazú a sus pies casi sin hacer esfuerzo, no puede dejarse de sospechar el desconcierto de esos hombres que se abrían camino a fuerza de machete mientras escuchaban su rugido.

El monstruo que ruge es, técnicamente, una falla geológica en forma de U ubicada en el nordeste de la provincia de Misiones. Le debe su nombre al río Iguazú (del guaraní y, "aguas"; guasu, "grandes") que le acerca su caudal para dejarlo precipitarse en casi tres centenares de saltos con diverso nivel de furia.

Dicen los que saben que las Cataratas se originaron hace unos 200 mil años, pero son, como todo lo misterioso e inabarcable, una novedad permanente. Sin importar las veces que uno las haya visto, asombran porque son naturaleza en movimiento.

Y si bien tienen mérito suficiente con sólo dejar fluir sus aguas por la cuenca del Iguazú, también han sabido cosechar galardones que las convierten en uno de los fenómenos naturales más importantes del mundo y las hacen figurar en los rankings de turismo de todo el planeta. Este mes festejan sus bodas de plata como Patrimonio Natural de la Humanidad (declaradas por la Unesco en noviembre de 1984). Y ahora están camino de convertirse en una de las nuevas Siete Maravillas de la Naturaleza.

Un dia en las cataratas

El sol resplandece colgado de un cielo sedoso. Mientras la Argentina sufre una ola de frío polar y nubes grises y densas, en este rincón del país el sol brilla por su presencia y condiciona la moda: bermudas, remeras de manga corta y ojotas. El resto sobra.

Así llegan los tres mil turistas que visitan, en promedio, las cataratas más grandes de América del Sur cada día. Algunos rematan el atuendo con una cámara de fotos en la...

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