Beatriz Sarlo: 'Sé leer de un solo modo: leo todo, también la política, como aprendí a leer la literatura'

El encuentro empieza de la mejor manera, o por lo menos de una manera muy significativa: con el tenis. "¿Leíste la sobre Federer que salió en LA NACION?" se refiere al artículo de sobre la pervivencia de Federer en la competencia de alto rendimiento. Estamos de acuerdo en que todo pasa por el juego de piernas, comparable al de un bailarín clásico. "Algunos dicen que estudió ballet de chico. ¿Será cierto?" Sarlo conoce bien el tema. Juega regularmente en Ferro y es una espectadora impenitente de los torneos, durante los que sufre en especial los partidos justamente de . Tiene también teorías que podrían merecer atención; sobre todo, cómo limitar el dominio de los grandes sacadores. "Hay que poner un solo saque. Eso obligará a los jugadores a ser más cuidadosos."

Pero ¿por qué Sarlo, que escribió sobre tantas cosas, no escribió nunca sobre eso que la apasiona y ocupa varias horas de su tiempo? Bueno, porque nadie se lo pidió, y también por modestia frente a las columnas del crítico de cine , reunidas en el volumen L'Amateur de tennis. Sarlo cree que para ver un partido de tenis "hay que ver particularidades"; y nadie las vería mejor que ella. Sin embargo, se rinde ante el modelo. "Lo que me parece extraordinario del libro de Daney, para entender cómo se hacía periodismo en la década de 1980 y cómo se hace ahora, es que salvo Roland Garros todos los partidos que comentaba los veía por televisión. Es inigualable: una mezcla de retrato psicológico y retrato deportivo. La forma explícita con la que expone sus simpatías y sus antipatías, y adjetivadas. Hoy sería casi impensable: uno no podría adjetivar a un jugador de la manera en la que Daney adjetiva a los jugadores con los que no simpatiza, por ejemplo, ."

-Pero eso es más amplio, me parece. Salvo en la política, nadie adjetiva. En la crítica literaria no se adjetiva, ¿o sí?

-Casi nada. Ahí pasaron dos cosas. La primera fueron las consecuencias no previstas ni queridas de la tecnificación de la crítica, que abarca mi generación y también la tuya. La tecnificación fue por vía semiológica, por vía semántica y por varias vías más. Esa tecnificación enseñó a desconfiar del adjetivo porque enseñaba a desconfiar de la valoración y porque enseñaba a desconfiar del sujeto. Ni el texto tenía un autor, sino que "se" escribía, ni la crítica podía reproducir algo que había expulsado de la literatura.

-Barthes había dicho justamente que el adjetivo era una "plancha ideológica".

A lo mejor tenía razón. Yo creo que tiene razón de manera invariable. Y la segunda causa es que muy pocas veces se critica un libro que no gusta o que no gusta algo. Se da por sentado que los libros que se...

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