La basura argentina

AutorOsvaldo Bayer

Estuve por las costas del Paraná. El río amado desde la niñez y, luego, apenas salido de la adolescencia, cuando fui marinero timonel del vapor “Madrid” y viajábamos desde Buenos Aires hasta Asunción. Pero esa profesión, llena de descubrimientos y paisajes, se acabó cuando hice la famosa huelga de 1950 y fui el único tripulante del “Madrid” que cumplió con la resolución de la asamblea. Por eso me desembarcaron para siempre. Como me lo dijo a los gritos el prefecto nacional marítimo de Rosario mientras rompía a pedazos mi libreta de embarque: “Usted jamás va a volver a pisar los buques de la patria”. Y tuvo razón. Nunca más volví a pisar los buques del Paraná. Debo estar todavía en alguna lista, ésas que se pasan entre sí los dueños de los mares y de los ríos.

Sí, estuve ahí, en Rosario, hace pocos días. Vi la villa miseria integrada por los tobas chaqueños. Cada vez con más habitantes. Vienen todos, uno a uno, desde las tierras de sus ancestros, donde vivieron miles de años. Pero nuestra civilización los empuja o los echa a patadas. O con sierra mecánica.

Encuentro a uno de ellos, con su rostro típico de hijo de la tierra. Le pregunto a boca de jarro: “¿Y ustedes por qué abandonan su paisaje y se vienen aquí?”, “Porque no nos han dejado nada”, me responde con sabia lentitud. “Nada, ni tierra ni árboles... aquí, en las ciudades, hay por lo menos basura.” Me quedo en silencio. Para qué hablar más. Por lo menos le dejamos la basura, para que la revuelvan. Pienso en Tupac Amaru, a quienes los cristianos lo atamos de cada brazo y de cada pierna a caballos y después le cortamos la lengua y la cabeza. Ahora les dejamos la basura. A lo mejor encuentran algo.

En Rosario le propongo a una delegada coya hacer todos los años, para el 25 de Mayo o el 9 de Julio, una marcha de los pueblos originarios hacia el monumento a Julio Argentino Roca, en el centro de Buenos Aires, a pedir que se quite ese bronce maldito creado por la década infame. Sí, a ese Roca que dijo en el Congreso de la Nación (textual) que “la ola de bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido por fin destruida... el éxito más brillante acaba de coronar esa expedición dejando así libres del dominio del indio estos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”. Y después, en Londres, el mismo Julio Argentino Roca dirá, en el banquete que le ofreció la empresa Baring Brothers: “He...

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