Las bases de un acuerdo de gobernabilidad

El presidente Mauricio Macri asumió con un compromiso: cambiar. Quienes lo votaron y no pocos entre quienes no lo hicieron entendieron el significado de esa idea fuerza: dejar atrás la cultura populista e inflacionaria, terminar con la inseguridad y cerrar el retorno a la corrupción pública, que debe castigarse de la manera ejemplar con la que sólo pueden hacerlo jueces independientes con manos limpias, que no tiemblen a la hora de firmar sentencias.

Con ser mucho, eso no es todo: urge revertir la grave situación social legada por el kirchnerismo, con un tercio de la población en la pobreza, y el abismo -más que grieta- que separa a muchos argentinos en vez de acercarlos como protagonistas de la gran causa de la unidad nacional, que pregona la Constitución desde su preámbulo.

Sabíamos que el camino hacia el cambio estaría dificultado por una cultura afirmada desde hace tiempo con otros valores, y por la debilidad de la coalición gobernante en el Congreso.

Pero esperábamos mayor energía y claridad de los nuevos gobernantes en caracterizar la ruinosa herencia recibida y una reacción más rotunda en la sociedad frente a la sobredimensión del Estado y su exceso en los gastos y el endeudamiento que, en algún momento, pueden llevarnos una vez más a la quiebra. ¿Sabremos los argentinos que desde la segunda década del siglo XIX hemos padecido un número mayor de bancarrotas que casi todos los otros países? Con solo utilizar el sentido común se advierte el porqué de tan reiterado infortunio.

Aun así, se han logrado en un año y medio importantes mejoras: la reinserción de la Argentina en el mundo, el fin del cepo cambiario, el acuerdo con los acreedores externos y la percepción de que se ha neutralizado el estado de cleptocracia. Tales avances fueron posibles merced a una firme voluntad política del primer mandatario, pero también de una política que él mismo definió, a poco de asumir la presidencia de la Nación, como "el arte del acuerdo". Fue ese espíritu de diálogo y concordia el que posibilitó acuerdos con gobernadores y con legisladores de la oposición para lograr algo que parecía impensado: la sanción de alrededor de 85 leyes, teniendo los bloques oficialistas tan sólo 15 senadores sobre un total de 72 y unos 85 diputados sobre un total de 257, y con las fuerzas de Cambiemos al frente de apenas cinco provincias.

Aunque el oficialismo obtenga un triunfo electoral amplio en octubre, será sumamente difícil que alcance los votos necesarios para...

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