Un club de barrio y siempre en ascenso, la obsesión de una familia emblemática

El sueño de los jóvenes hermanos Julio y Héctor Grondona, que vio la luz el 11 de enero de 1957, representa la realización de un auténtico cuento de Cenicienta en el que el club barrial llega a la consagración masiva tras un camino lleno de conquistas, algunos pocos tropiezos, una férrea convicción de triunfo y sobre todo, un norte siempre ascendente. No parece casual este logro que hoy disfruta todo Sarandí. Ya lo presagiaba su escudo de armas, elaborado sobre la base de los grandes de Avellaneda, entonado con el rojo de Independiente y el celeste de Racing, amalgamando exquisitez y sacrificio. La pelota de fútbol prevaleció sobre la torre de ajedrez (la otra pasión de la familia fundadora) que lleva la insignia del club, lo que quedó de manifiesto cuando en 1962, en su segunda participación en los torneos de la AFA, ya saltaba de Aficionados (para entonces, ya conocida como primera D) a la C, apuntándoles siempre a categorías mayores.Claro que antes de llegar al conocimiento general solidificó una historia en el ascenso que lo contó siempre como uno de sus principales animadores. Y en el medio de cientos y cientos de partidos disputados en muchas canchas que hoy ya ni existen, seguía brillando con luz propia el apellido Grondona, ya no sólo en lo dirigencial, sino también en el campo de juego. Situación que quedó refrendada en los pies de Héctor Grondona, el máximo goleador histórico de la entidad y probablemente su mayor ídolo deportivo, quien como si necesitara de algo más para quedar en el bronce marcó el primer gol de la historia, en el 1-1 contra Piraña en el primer partido de la entidad, en 1961. Otro exquisito talento de la cantera que se ganó el mote de referente en una trayectoria de poco más de...

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