Barenboim y su desayuno caliente

El 1°de enero del 2014, en una de las mañanas más frías del año, el director y pianista argentino Daniel Barenboim sirvió a los vieneses un desayuno musical bien caliente, de alto contenido conceptual, a través de composiciones supuestamente destinadas sólo al entretenimiento, la distracción y el estímulo superficial del oído en la corte de los Habsburgo.Aunque desde el siglo XVII, la música siempre tuvo el aspecto de un medio sonoro autónomo, independiente de cualquier función relatora y alejada de la actualidad social y política, Barenboim recordó, de manera bien elocuente, que a cien años exactos de la Gran Guerra, el mundo, y especialmente Europa, no han logrado aún sosiego ni reconciliación.Si se alude apenas a su labor como creador de la orquesta West-Eastern Divan (que actuará en agosto en Buenos Aires), a Barenboim le sobran credenciales para ser uno de los oradores más autorizados del apaciguamiento humano y social.Este criterio es el que, reconocidamente, obró al armar su programa 2014. Por cierto, lo que nunca podrá decirse de él es que se trata de un artista diletante, especie que, cada vez menos, es apreciada en la actividad cultural. No pierde de vista que, como la pintura, la literatura o el teatro, el color, la línea y el sonido siempre dicen cosas bajas o nobles, sabias o tontas, excitantes o aburridas, y en eso está su poder peculiar sobre la gente.Es evidente que este intérprete argentino se interesa por la forma como se interrelacionan la música y los asuntos sociales. Sin embargo, la convicción de que en el arte no existen medios puros, desnudos de cualquier cosa que decir, no alcanzaría para haberlo impuesto en el sitio más alto de la actualidad...

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