La barbarie en las canchas hizo escala en Rosario

ROSARIO.- "Por un boludo no vamos a parar el partido." Así reaccionó Gustavo Alfaro, el entrenador de Tigre, tras la agresión que sufrió a los 15 minutos del segundo tiempo, en el estadio de Central, cuando recibió el impacto de un proyectil en la cabeza. "El fútbol argentino da vergüenza", agregó el DT, que le dio el visto bueno al árbitro Diego Ceballos para que el partido siguiera, como si nada hubiera sucedido.

Mientras estaba parado en la línea del "corralito" donde está delimitada la ubicación del entrenador, y cuando el cotejo estaba detenido por la lesión de un futbolista del otro lado del campo de juego, un proyectil, arrojado desde la platea de Rosario Central, pegó en la cabeza de Alfaro. Durante 8 minutos el encuentro estuvo parado, mientras los médicos atendían al entrenador, que sufrió un corte en el cuero cabelludo.

Una vez más, en el fútbol argentino se apela a la decisión de la víctima para continuar o no con el espectáculo, cuando el sentido común indica que una situación así es suficiente para detener el juego. Pero en el medio local parece que todo dependiera de la puntería del agresor, la contundencia del proyectil y, en definitiva, la predisposición de la víctima, que en este caso prefirió continuar.

El caos no terminó en ese episodio. Tras finalizar el encuentro, los jugadores de Tigre acorralaron al árbitro...

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