Avión perdido: Lincoln y Bragado, unidas por la angustia y la incertidumbre
LINCOLN y BRAGADO.- A Matías Ronzano, de 30 años, le salieron una serie de vuelos con la familia Aristi, con la que trabaja desde abril pasado a través de la empresa Aibal Servicios Agropecuarios, y enseguida invitó a su amigo Emanuel Vega, de 25. Lo suelen hacer: como pilotos jóvenes, sumar horas de vuelo es una necesidad para progresar. Vega aceptó porque su jefe, contratista forrajero, le había dado vacaciones.
El primero de esos vuelos fue el domingo 23 de julio pasado a Mendoza, donde los Aristi son propietarios de la bodega Melipal. Ahí lo llevaron a Ignacio Aristi, dueño del avión bimotor turbohélice Mitsubishi que Ronzano piloteaba. Los dos volvieron a Lincoln. Al día siguiente los esperaba un vuelo a San Fernando y luego hacia Las Lomitas, Formosa, donde Matías Aristi, de 37 años y uno de los cinco hijos de Ignacio, administra campos. Ese mismo domingo, Matías Aristi se subió a la camioneta con su esposa y sus tres hijos -de seis y cuatro años, y ocho meses- y los llevó desde Bragado hasta la casa de sus suegros en Buenos Aires para pasar unos días de vacaciones. Su esposa lo llevó el lunes a San Fernando, donde Aristi se encontraría con los dos pilotos.
El lunes a la mañana, Ronzano y su mujer, Ángela Barbero, se subieron al auto, pasaron a buscar a Emanuel por su casa y se dirigieron hacia el aeródromo de Lincoln, donde esperaba el avión. Ella no los vio despegar. Trabaja en Junín como becaria doctoral del Conicet -es licenciada en Genética- y debía seguir camino. Estuvo sólo un rato, mientras ellos bajaban las valijas y preparaban el mate para el viaje. Alrededor de las 13.30, Ángela recibió un mensaje de WhatsApp en el que Matías le avisaba que habían llegado bien a San Fernando. Que la meteorología estaba medio fea, pero que en un rato iba a despejar. "¿Pero todo bien?", escribió ella. "Todo de diez", contestó él. Ése fue el último mensaje que ella recibió.
En San Fernando, el avión reabasteció combustible a tope -400 litros, que le dan una autonomía de cuatro horas- y despegó a las 14.24. De las 14.31 es la última señal en los radares. De ahí en más no se sabría nada del avión ni de sus tres tripulantes. A esa hora Ángela volvió a su casa del trabajo. "Lincoln", le escribió a su marido para avisarle que había llegado bien. El WhatsApp marcó la doble tilde, pero no se puso celeste, no lo vio. "Debe estar despegando -se dijo-. Ya me va a contestar." Pasaron las horas y ella, como siempre, le mandó fotos de Margarita, su hija de...
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