El avión del escándalo: espías distraídos, recelos internos y un gobierno en el que nadie ordena

El Boeing 747 de la empresa Emtrasur que desató un inesperado conflicto internacional y que puede quedarse por mucho tiempo en la Argentina

El gobierno de Alberto Fernández avanza con la convicción de una hoja en el viento. Las crisis se le amontonan sin un liderazgo que establezca prioridades, mientras células de funcionarios ensayan soluciones descoordinadas que suelen anularse entre sí y a menudo desencadenan el siguiente disgusto.

Esa dinámica autodestructiva quedó en evidencia otra vez con el escándalo del avión venezolano-iraní que aterrizó en Ezeiza el lunes 6. A la ineficiencia para advertir a tiempo el potencial conflicto, se sumó un tironeo interno que incomoda al Presidente en momentos en que procuraba un deshielo con el régimen de Nicolás Maduro . Desde el primer momento actuaron en paralelo un sector que empatiza con la tripulación y otro que abraza la sospecha de estar frente un acto de espionaje externo . Cuando el caso tomó estado público, reinaron las contradicciones y la opacidad. El relato oficial fue solo alimento para la suspicacia.

Fernández se metió en un aprieto internacional que interpela su búsqueda de un improbable equilibrio diplomático entre el chavismo y Estados Unidos . Y, entretanto, debe administrar un barullo interno notable, con acusaciones y pases de factura entre quienes intervinieron en el caso.

Alberto Fernández abraza a Agustín Rossi en el acto de jura como jefe de la AFI, en pleno escándalo del avión venezolano; los mira Scioli, nuevo ministro de Desarrollo Productivo

Como tantas veces en la historia, este alboroto nació de un hecho fortuito. Hay que culpar a la niebla que el lunes 6 obligó al carguero de Emtrasur con 14 venezolanos y 5 iraníes a hacer un rodeo antes de aterrizar en Buenos Aires y bajar en Córdoba . El avión venía con casi 40.000 litros de combustible, suficientes para llegar a Buenos Aires, entregar las cajas con autopartes que traía y partir al día siguiente a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) para aprovisionarse, antes de regresar a Caracas . La voltereta imprevista (incluido un despegue con 50 toneladas en la bodega) le hizo gastar buena parte de su reserva. Necesitaban repostar.

Aquella tarde en Ezeiza todo parecía normal salvo el número de tripulantes. Demasiada gente para un carguero. El vuelo entró con los sellos burocráticos correspondientes. En abril la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) -coto de La Cámpora- había firmado un acuerdo con la estatal bolivariana Conviasa para reanudar la conexión con Venezuela (dos frecuencias al mes). Emtrasur es una filial recién creada de Conviasa que solo tiene un avión: el Boeing 747, matrícula YV3531, a la iraní Mahan Air que ahora se volvió célebre.

Ese día Agustín Rossi...

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