La autoritaria soledad de la Presidenta

Dicen que prefiere cada vez más la soledad. Pocos funcionarios tienen acceso permanente a la Presidenta. Carlos Zannini, Axel Kicillof y Guillermo Moreno. No hay muchos más. Su paciencia es crecientemente corta. El gabinete teme a los arrebatos de Cristina. Algunos funcionarios entran a su despacho, cuando entran, con un incontrolable temblor en las piernas. Varios ministros quisieran renunciar a tiempo, antes de una descortés despedida. ¿Julio De Vido? ¿Nilda Garré? ¿Carlos Tomada? No pueden. La jefa ya les aclaró que sólo ella decidirá el día y la hora del final de sus carreras políticas. Los cansados obedecen; la represalia podría ser peor que la angustia de la permanencia.¿Qué ha pasado con Cristina Kirchner en los apenas once meses de su segundo mandato? ¿Por qué despilfarró tanto capital político en tan poco tiempo? ¿Qué la empuja a expulsar de sus cercanías a viejos amigos y aliados? ¿Por qué no repara que el estilo de su liderazgo está estresando inútilmente a la sociedad? ¿Por qué no hace ningún esfuerzo para retener las simpatías que se van?Ciertos cristinólogos señalan que la elección de hace un año fue determinante. El 54% de los votos (y la diferencia de 40 puntos con el que la siguió) la ahogó en un mar de autosuficiencia y arrogancia. Haber alcanzado esa meta, inaccesible para una senadora minoritaria hasta pocos años antes, confirmó el muy alto concepto que tiene de sí misma. Las elecciones influyeron, pero no son una explicación suficiente. Muy pocos políticos están dispuestos a rifar todas las conquistas de su vida en una sola apuesta.Cristina Kirchner ha hecho de su segunda presidencia un desafío permanente a todo o nada. Las promesas inaugurales del cristinismo (mayor institucionalidad y una intensa política exterior) quedaron en el camino, destruidas. Los días que pasaron fueron pródigos en ejemplos de esos fracasos. El proyecto de ley sobre el per saltum es una ofensa a ella misma, que contribuyó más que su marido a crear la actual Corte Suprema.El per saltum es una mala palabra en la Justicia y en la propia Corte. El proyecto es generoso: le ahorrará a la Corte el trabajo de definir qué será un asunto de gravedad institucional. Ya lo definió el Gobierno. La Corte lo recibió como lo que es, una insoportable presión, a pesar de las poses protocolares entre la jefa del Ejecutivo y el presidente del tribunal, Ricardo Lorenzetti. Lorenzetti fue a la Casa de Gobierno a un acto institucional (un homenaje a la ley Sáenz Peña que estableció...

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