Auster-Coetzee: un duelo epistolar de dos amigos imaginarios

Aunque son grandes, se los ve humildes hasta la timidez. Y no se dieron cuenta de lo desnudos que quedaron ayer al leer parte de su intercambio epistolar entre 2008 y 2011. no sólo son "amigos imaginarios", sino que se lo contaron a los casi 3000 asistentes a la sala Jorge Luis Borges de la 40» Feria del Libro.Coetzee, premio Nobel de Literatura 2003, y Auster, premio Príncipe de Asturias 2006, leyeron en dos tonos de inglés bien distintos, pero igualmente claros, párrafos de 12 cartas que formaron parte de su intenso intercambio recogido en el libro Aquí y ahora. Deporte, paternidad, crisis económica, arte, incesto, malas críticas, infancia, matrimonio y amor son algunos de los temas de ese diálogo.fue organizado por la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), con el apoyo de LA NACION. Durante casi una hora y media, ambos autores desgranaron sus preocupaciones y sus obsesiones; dieron definiciones conceptuales sobre el mundo y sobre sus creaciones para un público integrado por estudiantes universitarios y personas de distintas edades, que hicieron cola durante más de tres horas.La primera carta leída por Auster se centró en cómo conoció a una de las personas que menos le gustaron en el mundo y que hubiera preferido no conocer. El objeto de su encono ideológico, más que humano, era el actor Charlton Heston, con quien se cruzó tres veces en pocas semanas en Cannes, Chicago y Nueva York. "¿Te pasan a ti estas cosas, John, o sólo me pasan a mí?", le preguntó Auster a Coetzee en su carta del 14 de diciembre de 2008.Pero Coetzee no leyó su respuesta, sino que optó por otra carta, de 2009, en la que confesaba su aversión a los deportes y las competencias.Sin embargo, el autor de La infancia de Jesús admitió que hasta los 20 años estuvo "muy comprometido" con el ajedrez.Abandonó esa disciplina luego de un viaje en barco a Nueva York, durante el cual se pasó dos días jugando con otro pasajero y quedaron en tablas. "Todo el trayecto a Texas lo viví enfrascado en que no tendría que haber aceptado las tablas. Estaba febril, en silencio, enloquecido de furia en el fondo del ómnibus Greyhound. Y a partir de allí lo que asocio a la competencia es aquel recuerdo. No me importan las formas de los deportes, al igual que no me gustan las formas de la guerra. No tienen gracia. En Japón la derrota es vergonzosa e imponer la derrota también es vergonzoso", explicó en una extensa carta a su amigo norteamericano.El encuentro tuvo un inicio accidentado, pero hilarante...

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