Aunque usted no lo crea

También a los que trabajamos en temas científicos de vez en cuando nos tienta indagar sobre la vida personal de nuestros entrevistados. Ocurre con los Nobel: ¿cómo no preguntar por el camino hacia el estrellato? Me tocó conocer a unos cuantos, y todos tenían tras de sí una vida de logros académicos. Uno de ellos fue Ilya Prigogine (Física, 1977). Cuando llegó a Buenos Aires, en 1994, se lo consultaba como un oráculo sobre el caos y el azar. James Cronin (Física, 1980) vino a lanzar el Observatorio Pierre Auger, en Malargüe, un gran proyecto internacional para detectar rayos cósmicos de alta energía, esas partículas que atraviesan nuestros cuerpos sin que lo advirtamos. Era expeditivo y pragmático. Serge Haroche (Física, 2012), explorador de la computadora cuántica, llegó invitado por la Fundación Bunge y Born un año antes de que le dieran el galardón. Se había formado en la École Normale Supérieure, instituto parisino al que ingresan apenas 100 alumnos por año.

Algo similar podría decirse de Françoise Barré-Sinoussi, codescubridora del VIH, y de Harald zur Hausen, que desentrañó el papel del virus del papiloma humano en el cáncer de cuello uterino. Ambos compartieron el premio de Fisiología o Medicina 2008. Tuvieron infancias felices y se criaron en contacto con las maravillas de la naturaleza. Oliver Smithies (Fisiología o Medicina 2007) había crecido en un pueblito industrial de la campiña británica y derrochaba calidez, humor y simpatía.

Pero, sin duda, la historia más increíble de todas es la de Mario Capecchi, que compartió el premio con Smithies por haber descubierto cómo fabricar ratones modificados genéticamente. Nieto de un arqueólogo alemán asesinado accidentalmente durante la Primera Guerra Mundial e hijo de un aviador italiano que desapareció en África durante la Segunda Guerra, sobrevivió al abandono, el frío y el hambre, y pisó una escuela por primera vez a los 9 años. Su abuela, Lucy Dodd, era una pintora norteamericana que buscó nuevos horizontes artísticos en Europa, se casó con Walter Ramberg y tuvo tres chicos. De joven, Lucy Ramberg, su madre, se convirtió en poeta y se incorporó a un grupo...

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