Asignaciones y planes sociales: cómo son las transferencias de dinero del Estado a los hogares

Una sociedad con una fuerte y persistente fragmentación, donde la pobreza afecta a más de un tercio de las personas y la informalidad es la condición en la que está inmersa casi la mitad de quienes tienen alguna ocupación laboral. Esa es la realidad de la Argentina detrás del esquema de transferencias de dinero desde el Estado hacia un amplio número de hogares, caracterizados por estar al margen del sistema de seguridad social de la economía formal.La asignación universal por hijo, que alcanza a casi cuatro millones de chicos y a la que este año se destinan $129.500 millones, y los planes para desocupados, con 450.000 beneficiarios que este mes cobraron $8000, son los sistemas dirigidos a los menores de edad y a los adultos en edad activa. El segundo de esos dos universos es el más frecuentemente puesto bajo la lupa, por la exposición a los juegos clientelares de la política y por la mirada crítica de parte de la población. Qué contraprestaciones debería haber, por ejemplo, es un eje de debate contante. "Pareciera que quienes cobran planes son el problema central del país, cuando en realidad lo son las causas estructurales que llevan a esos ciudadanos a tener planes o a manifestarse en la calle", considera sobre el tema el politólogo y sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, director del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) .A los dos grupos mencionados se suma el de las pensiones no contributivas, cobradas por razones como la de llegar a una determinada edad sin aportes jubilatorios, tener una discapacidad, o ser madre de siete o más hijos. Medida en términos de dinero, esta pata de la protección social es la de mayor incidencia: este año los pagos rondarían los $620.000 millones, un monto en el que pesan fuertemente las jubilaciones dadas por moratoria, que no están en su totalidad asignadas a población vulnerable, porque en el gobierno anterior no hubo, para acceder, condiciones referidas a la situación económica.Los objetivos de asignar ingresos difieren según la edad y la condición de quienes los reciben. La meta que diferentes estudios e incluso políticas concretas plantean para quienes transitan la etapa activa es la inserción en el empleo formal. Meta difícil en un escenario de recesión y alta inflación, que en los últimos tiempos hizo que creciera el número de personas que están en busca de un puesto para mejorar el ingreso familiar.A continuación, una descripción de los tres universos de pagos sociales y un análisis sobre la forma en la que podría mejorarse su gestión.Niños y adolescentesAUH, la prestación social con más destinatariosDe las transferencias directas de dinero desde el Estado a los hogares la que tiene mayor cantidad de destinatarios es la Asignación Universal por Hijo (AUH). Se trata de una política vinculada no solo a la situación de las familias que sufren desempleo, sino también a una realidad muy cercana a la vulnerabilidad y a los bajos ingresos: la informalidad. Si se considera al conjunto de asalariados y cuentapropistas, esa condición afecta a cerca de la mitad de los trabajadores en la Argentina.La AUH es, en rigor, una de las tres patas del esquema de derivación de recursos a la niñez. Otra es el sistema de asignaciones familiares que abarca a un amplio grupo de trabajadores formales bajo relación de dependencia y monotributistas y, la tercera,la deducción por hijo del impuesto a las ganancias que hacen quienes tienen ingresos medios y altos.Nacida a fines de 2009, la AUH -que se percibe hasta un límite de cinco menores de edad a cargo- alcanza hoy a casi cuatro millones de hijos de desocupados (incluyendo a quienes cobran planes sociales), trabajadores en negro, monotributistas...

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