Artistas okupas: la Casa del Bicentenario los invita a sentirse como en casa

La Casa del Bicentenario tiene sus ventanales blanqueados a la cal y una pintada anuncia: casa tomada. Adentro, 66 artistas viven y trabajan, ocupando sus salas alternadamente, con obras en progreso. Hay una biblioteca anarco-popular, una peluquería sentimental, un jardín de invierno con césped creciendo, una cocina familiar, un taller de costura, dormitorios abiertos al público y un salón de usos múltiples donde pasa de todo: desde un "tablao" de flamenco hasta sesudas sesiones de reflexión artística, filosófica y política.

"Que la casa ha sido tomada es una ficción. Pero nos la tomamos muy seriamente. Un museo no es un mausoleo", dice Valeria González, directora de la institución y pensadora general de esta subversión en el uso del espacio que significa Casa Tomada: los artistas no dejan objetos terminados para su contemplación, sino que se instalan a desarrollar sus procesos creativos. "Acá somos todos ricos porque tenemos tiempo y estamos gozando de lo que hacemos", desafía González. Se reconoce a sí misma "curadora clandestina": es quien invita a ocupar.

Los visitantes también se quedan, por horas: pueden descansar, aprender música o pintura, cambiarse el peinado o ver una película. No hubo inauguración porque esto no es una muestra. Los artistas llegan, hacen y se van para dejar lugar a otro. Luis Terán hizo una estructura de madera de piso a techo en el lugar donde antes estaba el proyector de un video de Lisandro Alonso. Maite Larumbe dibujó, entonces, en la pared que oficiaba de pantalla un fotograma de aquella pieza.

Gabriel Baggio continúa con su serie de performances donde aprende oficios. En su espacio aprendió el arte del empapelado; construyó con su padre una mesa y reparó la cama; una costurera le enseñó a hacer sábanas y cortinas, y con su madre preparó delicias de la gastronomía judía. "Me mudé hace dos meses con mi banco de carpintero", cuenta Baggio en su ambiente, que tiene calor de hogar. Cuando no está ahí aprendiendo alfarería o marquetería, está tejiendo en el living que montó en el Centro Cultural Recoleta. "Voy habitando diferentes lugares", dice.

"Productores semióticos"

En la sala de música el público a veces se sienta a tocar la batería o participa de talleres. El piano-cama de Leonello Zambón es increíble: dentro del cubículo adosado al piano hay un colchón de dos plazas para acostarse y sentir las notas en todo el cuerpo. La biblioteca se compone de los libros que Roger Colom construye con lo que encuentra en...

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