El arte se reconcilia con las organizaciones

El tema es nuevo, pero sus orígenes se remontan a la primera vez que un miembro de la raza humana juntó dos notas musicales, trazó una línea para manifestar sus emociones o expresó en palabras lo que sentía. Se llama Culthunting. Intenta incorporar las artes de todo tipo, desde las culinarias hasta las más reconocidas, como la pintura, la música o el teatro, entre otras, en las empresas, con objeto de reconocerse en ellas y construir su propia cultura. El tema tiene especial vigencia en nuestros días, cuando la creatividad y la innovación aparecen como factores determinantes del éxito o el fracaso.

El pasado 21 de noviembre tuvo lugar una jornada en Barcelona, donde artistas y empresarios contaron sus experiencias. Es, en alguna medida, un reencuentro.

En algún momento, que podríamos ubicar aproximadamente al comienzo del siglo XIX, cuando floreció el Romanticismo, las artes y el dinero se divorciaron de un modo radical, pero a la vez tortuoso. Los artistas abominaban de los burgueses que se dedicaban a acumular el vil metal, pero éstos, a su vez, eran los espectadores, lectores o compradores de pinturas de aquellos. Dicho divorcio continuó hasta doblegar el siglo XX. Por un lado los artistas, bohemios, despreocupados y distraídos; por otro, los pragmáticos, con los pies sobre la tierra. Eran los que hacían progresar al país y la sociedad.

Pero no siempre fue así. El mismísimo Miguel Ángel trabajó por encargo de príncipes e instituciones tan importantes como la Iglesia Católica. Había una reciprocidad de riquezas en la que nadie sentía que estaba traicionando su vocación o despilfarrando su patrimonio. Luego nacieron formas intermedias, como el cine, que borronearon los límites entre industria y arte. Los recursos cibernéticos también son difíciles de ubicar en una u otra banda. Y como éstos podríamos encontrar muchos ejemplos más, aunque también es interesante recorrer el camino inverso. Dicho de otro modo...