Arte: una experiencia interpersonal

Invité a Marcelo F. a ver Experiencia infinita, el debut curatorial del valenciano Agustín Pérez Rubio en el Malba. Con varios recursos, Marcelo interviene colmenares abandonados en el sur de Córdoba, dado que los cultivos de soja, que no tienen flor, expulsaron a las abejas de la zona. "Antes las abejas producían miel, ahora las hago producir arte", explicaba con un tono campechano que contrastaba con el look hipster de los jóvenes que rodeaban al curador de estreno.

Al comienzo del recorrido, Pérez Rubio hizo hincapié sobre la experiencia más que sobre la contemplación de la obra, y eligió el adjetivo "infinito" porque su símbolo (la lemniscata) es un ocho acostado, y tal es el número de estas instalaciones vivas. Mientras él hablaba, espié la primera sala y vi a dos pintores subidos a un andamio que arrastraban rodillos sobre las altísimas paredes. "Ups, qué papelón -le dije a Marcelo-, todavía no terminaron de pintar la sala."

Confieso que prefiero ver las obras (y el cine) con el menor prejuicio posible (como si se pudiera), sin información previa. Ni siquiera sabía muy bien quiénes eran los artistas. Entramos y ahí estaban, a pleno con sus mamelucos blancos sin mácula, porque pintaban de blanco. Caí como un chorlito, era la obra de Elmgreen y Dragset, Entre otros acontecimientos. Me reí por la trampa y enseguida empecé a rezongar frente a Diego C. P., editor de una revista de arte, sobre el hecho de que el arte contemporáneo se volvió un chiste, que es pura cortina de humo y que es una competencia de estupideces.

Más tarde recordé al belga Francis Alÿs cuando recorrió las calles de México D. F. arrastrando un bloque de hielo durante nueve horas hasta que terminó en un diminuto cubito y charco de agua, Algunas veces hacer algo no lleva a nada, paradoja de la praxis I, era el título de esta acción que de alguna manera justificaba el hacer por el hacer, sin resultados; de alguna forma me recordaba el amor cortés de la Edad Media, esforzarse por conquistar a una dama a la que nunca se podría acceder. Me reconcilié con el absurdo de pintar una y otra vez la misma pared de blanco y hasta lo justifiqué con el Cuadrado blanco sobre fondo blanco de Kasimir Malevich.

Avanzó el grupo de hispters hacia una sala enorme y vacía, sólo con una mesa, una computadora y una persona muy atenta a ella (Dora García, Narrativa instantánea). En una proyección gigantesca se leían unas oraciones algo extrañas, hasta que con Santiago B. nos dimos cuenta de que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR