El arte de Diego Maradona no cabe en una manzana: qué relato cuentan hoy las paredes de Argentinos Juniors

Fachada del estadio Diego Armando Maradona del club Argentinos Juniors en Paternal, sobre la calle Juan Agustín García, con retratos del grafitero @Marley_graffitis

La venganza de las Bellas Artes. Así se podría sintetizar el proceso que se desarrolló en la manzana del estadio Diego Armando Maradona en La Paternal, el barrio que vio nacer al mito más grande del fútbol mundial como un cebollita, un talento de 15 años recién llegado de Villa Fiorito. Desde su muerte en diciembre de 2020 , los muros que rodean a la cancha de Argentinos Juniors fueron perdiendo la fisonomía característica que habían ido tomando desde sus reformas en 2003 para convertirse en altar, no solo por la capilla que se improvisó sobre la avenida Boyacá sino por los retratos de dimensión mural que arman una suerte de vía crucis maradoniano, con imágenes desde sus inicios hasta sus últimas apariciones públicas. Son obras del grafitero @Marley_graffitis en aerógrafo, que pasan de la fotografía al muro con la cualidad del hiperrealismo de los 70 y, a la vez, las reglas estéticas de lo que reconocemos como belleza clásica. Un virtuoso del street art neorenacentista o el Michelángelo de esa Capilla Sixtina en la que Argentinos Juniors ha querido convertir a su propio estadio, el único con su nombre que el Diez Dios conoció en vida.

En la esquina con Boyacá, un mural de Maradona con Checho Batista

Para que los enormes retratos en aerógrafo de Maradona (a veces acompañado por sus padres o Checho Batista, como el que ocupa la esquina de Boyacá y Agustín García) avancen sobre el contorno del estadio fue necesario limpiar las paredes. No se trata de suciedad o quizás sí, si se piensa en el sentido del ruido visual que las pinturas y stencils borrados provocaban con su carácter heterogéneo y salvaje, mucho más cerca de los desafíos que el arte contemporáneo impone al ojo educado en una idea de arte enraizada todavía en la enseñanza neoclásica del siglo XVIII. Es el largo paredón de la calle Juan Agustín García, que conecta La Paternal con Villa Luro al oeste, el que más ha sufrido la restauración. Todo lo que había allí tenía el mismo carácter con el que la profesora Cecilia Giménez había repintado el Ecce Homo de Borja, Zaragoza, en 2012. Nunca pensó que lo suyo era arte vandálico o bad painting , categorías de un sistema visual posmoderno, sino que estaba subsanando heridas en los pigmentos del rostro de Cristo. Sin embargo, su error, su feísmo involuntario devino atracción...

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