El Argentino, drama en varios actos

Lugar común y reiterado si los hay, la tradición nos recuerda que nada es eterno. Con todo, a lo que la naturaleza y el destino imponen, se le pueden oponer esmeros muy humanos para demorar la aparición de lo inevitable. O, por el contrario, se le pueden sumar incompetencias de todo tipo que no hacen sino acelerar ese final tan anunciado como temido. Lo que acontece en el Teatro Argentino de La Plata pareciera ser un ejemplo contundente de esta modalidad casi autodestructiva. Entre los manotazos arrojados sin dirección, los cambios abruptos de rumbo y alguna impericia, entre otros desatinos más, lo peor parece ir acercándose irrefrenable. Y lo peor no es necesariamente la desaparición física, sino el deterioro, la irrelevancia, la carencia de objetivos y la falta de perspectivas claras.Es cierto, los contextos no se pueden dejar de lado, ya que tanto lo cultural general, con sus modas y devenires, como lo político y lo económico son factores determinantes. En el primer aspecto, uno podría recordar que en la Venecia de la segunda mitad del siglo XVII, cuando la ópera despertaba pasiones crecientes en cada uno de los habitantes del norte de Italia, había decenas de teatros y teatritos que se llenaban de un público deseoso de consumir ese género tan novedoso. Trescientos cincuenta años más tarde, cuando otros son los gustos generales, con La Fenice es más que suficiente para satisfacer todas las demandas. Pero fueron varios los siglos transcurridos. En La Plata, los cambios culturales no pueden haber sido tan profundos en apenas un par de años. Y un par de años no es una metáfora idiomática para señalar algunos pocos años, sino exactamente dos. Lo que fue un modelo de desarrollo que concitó la admiración de propios y ajenos se evaporó como por arte de magia. O por la falta de ella. Por lo tanto, las razones para los cambios tan abruptos en la conducción de los destinos del teatro están mucho más ligadas a temas de política y economía. El contexto en su sentido menos cultural.Después de muchísimos años de actividades errantes luego de aquel incendio que destruyó al teatro original, el Argentino resurgió imponente para despedir el siglo XX. Duró poco aquella gestión y aquel impulso. El cataclismo que asoló al país se llevó puesta una dirección que, además, estaba muy cuestionada en sus objetivos, en el manejo del presupuesto y en sus modos de trabajo. Pasaron otras gestiones por el medio hasta que la hoy ya casi legendaria dupla de Leandro Iglesias y Marcelo...

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