Para la Argentina, una situación muy riesgosa, pero no imposible

MAR DEL PLATA.- Fabio Fognini no luce la elegante zurda de Feliciano López, pero sonríe con esa pose socarrona de los mafiosos napolitanos de las películas, y por momentos parece apropiarse de los conejos de la mejor versión del toledano. Simone Bolelli no ostenta la fortaleza de Fernando Verdasco, pero se agiganta cuando le gritan desde las tribunas que tiene miedo. Italia no es España pero, por un instante, los doblistas conducidos por el perspicaz Corrado Barazzutti reviven las peores circunstancias albicelestes en esta misma ciudad, en la que en 2008 se perdió la Ensaladera. Es verdad: en esta primera serie del año no se oyen escándalos ni peleas bochornosas como aquel perjudicial fin de semana de noviembre. Pero hay algunas postales similares desde lo emocional. Quizá porque existen sólo unos metros de distancia entre el Patinódromo y el Polideportivo, donde se consagró aquel equipo que arribó al país sin Rafael Nadal. Ahora, la Argentina llega al último día de competencia sin margen de error, contra las cuerdas, 1-2, luego de la derrota de Horacio Zeballos y Eduardo Schwank por 6-7 (6), 7-6 (8), 7-6 (3) y 6-4, tras casi cuatro horas de tensión, de puños crispados, de errores no forzados, voleas y smashes, gritos y cambios de clima, dentro y fuera del court, porque la tarde empezó soleada y terminó con cielo plomizo y ventoso.Tan cerrado resultó el partido que recién a las 3h24m de juego se produjo el primer quiebre de servicio. Fue el roldanense Schwank (astuto voleando, pero errático desde el fondo, sobre todo con el drive) el que cedió el saque en el tercer game del cuarto set (en el 42° game del partido). Hasta allí, cada uno de los tres parciales se había sentenciado en el tie-break. Inconscientemente, quizás esa pequeña gota de agua que hallaron los europeos en un terreno desértico actuó como impulso anímico para ellos y desilusionante para las raquetas argentinas que comparten el circuito desde que son niños. Desde ese impacto en el marcador y en lo psicológico, y más allá de algún intento desesperado que por momentos surgió a partir del contagioso canto futbolero del público, a los locales se les pasó el tren. Cuando quisieron progresar, se encontraron frente a rivales superiores que les pusieron obstáculos y llegaron al país con el antecedente de haber ganado el dobles del...

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