Una Argentina estructuralmente populista

Si Macri había llegado a hacer algún esfuerzo por olvidar viejos prejuicios sobre el universo al que pertenece y del que surgió, el de las empresas, es probable que los haya recuperado todos juntos en estos días. El Presidente está golpeado y molesto. No puede creer la velocidad con que algunos hombres de negocios, partidarios públicos de su reelección hasta hace apenas dos semanas, acudieron a reunirse con Alberto Fernández no bien se conocieron los resultados de las primarias."No había ninguna necesidad", dijo a este diario alguien que le oyó esa catarsis en vivo y en directo. A Macri le pareció, por ejemplo, apresurado . El dueño de Mercado Libre, que venía preocupado luego de haber sido vapuleado en público por dirigentes kirchneristas como Juan Grabois y Sergio Palazzo, apeló al contacto y a los consejos de Hugo Sigman, dueño de laboratorios Elea y de buena relación con los ganadores del domingo. La idea inicial fue lograr un acercamiento simbólico en medio del contexto. ¿Qué mejor para saldar la fractura argentina que una conversación cordial entre el empresario demonizado, acusado de macrista, y el candidato que promete que no habrá venganza?Ese espíritu de conciliación es en realidad el anhelo de todos los empresarios. Pero hay múltiples heridas por cerrar. No solo con el kirchnerismo. Sigman y Macri quedaron enfrentados después de la pelea por los contratos de los laboratorios con el PAMI, pero habían llegado a tener buen diálogo. En febrero de 2017, todavía en la era del gradualismo y lejos de la corrida que sería un año después el principio del desastre, el Presidente aprovechó una visita de Estado a los reyes de España para verlo en Madrid en la casa de Leandro, hijo del empresario. Ese sector de fabricación nacional, muchos de cuyos integrantes aportaron a la campaña de Cambiemos en 2015, quedó decepcionado con Macri tras la discusión por el PAMI.Es cierto que la mayoría de los empresarios argentinos prefería hasta hace un tiempo la reelección del Presidente. "Me voy a tapar la nariz, pero lo voy a votar", había dicho a LA NACION hace dos meses uno que en 2015 sostuvo económicamente la campaña de Daniel Scioli. Pero, consumado el cimbronazo de las primarias, el establishment quedó no solo desilusionado, sino también dividido entre quienes creen irreversible una remontada y los que advierten que, incluso ganando, dados los efectos de la corrida, el líder de Pro será de todos modos un presidente más débil que uno peronista...

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