Argentina se disgrega y ellos están de fiesta

Una imagen del acto de asunción de Sergio Massa como ministro de Economía

El Museo del Bicentenario estaba repleto. Hasta estalló un cristal por la presión ejercida por los casi mil invitados. Euforia en el escenario, euforia en los asientos ocupados por empresarios amigos de los negocios del Estado mezclados, como cambalache con dirigentes piqueteros oficialistas, banqueros de izquierda devenidos en funcionarios, que se abrazan con los ganadores de la hora, que son a todas luces sus socios felices, generando la furia simulada que apuntala el relato de los progres que insultan y protestan, pero no dejan los cargos y mucho menos las millonarias cajas estatales, que enriquecen a los gerentes de la pobreza y someten a los pobres.

Se refugian en el relato que acusa a la "derecha" que, según estos rebeldes con manejo de programas para la manutención de la miseria, "irrumpe en la etapa final del desgobierno".

Hay un agobio desorientado, un desconcierto a esta altura insostenible, que intenta el esfuerzo de parecer aquello que todos ven que no es.

Una masa rebosante de alegría, que recibió a sindicalistas apretadores (ejemplo sindical, según el Presidente) y, en medio de tanta felicidad compartida por gobernadores afines al gran movimiento nacional y popular, hasta la música final de la película Titanic estuvo a la altura de la irracionalidad.

Mientras esto pasaba días atrás, en esos mismos momentos surgió en mi cabeza una imagen nítida de la soledad en la que este gobierno intenta confinar a nuestra gente. Esta semana, como espejo del abandono, asistimos al espectáculo neroniano con circo para pocos y pan solo para ellos, ofensivo, imprudente y alejado de la realidad. Un espectáculo doloroso para millones de compatriotas que no saben cómo llegar a fin de mes y observan la asunción del ministro al que, aunque diga no ser mago ni salvador, descubre su vanidosa gestualidad simulando ser frente a las cámaras el hombre indicado, en el momento indicado para sacarnos del precipicio abismal al que junto a sus dos socios, el Presidente y la vicepresidenta, nos han traído.

Mientras el país los observa perplejo, en Rosario, Santiago del Estero, La Matanza y San Martín, territorios administrados por miembros del movimiento gobernante, entre tantos otros lugares humildes azotados por el narcotráfico y la delincuencia liberada en plena cuarentena, la gente de trabajo, familias enteras, vecinos laboriosos, sufren en silencio el desamparo estatal al tiempo que...

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