La estupidez argentina

Mis amigos se dividen, casi a partes iguales, entre adoradores y adoratrices del kirchnerismo y abominadores activos del Gobierno. Pedirles a los primeros que hagan alguna autocrítica y a los segundos que reconozcan ciertos méritos es como juntar agua con un colador o jugar a la ruleta rusa. La otra noche, con ánimo masoquista, pregunté en una rueda de antikirchneristas (algunos famosos) si eran capaces de mencionarme una medida política que les resultara elogiable. Una sola. Una por cabeza. No era una prueba tan difícil para un grupo de personas tan lúcidas. Sin embargo, para mi asombro no surgía una sola medida limpia e incuestionable que no fuera la conformación de una nueva y creíble Corte Suprema de Justicia.Les dije que, más allá de ese lugar común, no era serio pensar que un gobierno exitoso careciera de alguna cualidad. Y para ayudarlos, les fui punteando algunos temas de los que se ufana el oficialismo. Por cada reivindicación, había un pero. El crecimiento no está denunciando un acertado manejo de la economía sino simplemente una deriva del viento de cola. El impulso del consumo no es sino la evidencia de que la inflación terminará explotando. La asignación universal por hijo es una decisión demagógica y sesgada que deja a muchos afuera y que acentúa el clientelismo. La fuerte inversión en investigación científica, en universidades, en cultura y en la industria del cine y la televisión resulta marketinera, discrecional y deja una vez más en evidencia la infinita hinchazón del gasto público. La política de derechos humanos les parece una mera venganza judicial y una estrategia de seducción a los progresistas. Los últimos señalamientos sobre corrupción policial, la negativa lisa y llana a castigar a los delincuentes.En café de kirchneristas, previsiblemente el relato se invierte, y cuando yo los acuso de usar la ley de medios para neutralizar o directamente acallar voces, cuando les pido que repudien públicamente los actos de corrupción y de hostigamiento, cuando les imploro que no sean cómplices de la burocracia sindical, cuando les critico que acepten asociarse con lo peor de la política, cuando les señalo que se llenan la boca con su lucha contra las corporaciones y están abrazados a la corporación más poderosa de la Argentina (el aparato peronista), cuando les reclamo que piensen seriamente si no están perdiendo oportunidades económicas extraordinarias apegados a un modelo feudal de estatismo provinciano. Cuando les hago todos estos planteos...

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