Aquí no ha pasado nada

El peronismo ofrece un mosaico tan variado que puede confundir. Sin embargo, al margen de líneas, estilos y escalafones, todos tiran para el mismo lado. Esta semana se recortaron dos discursos en apariencia distantes, pero simétricos en su lógica y sus objetivos, aunque uno de ellos esté adornado por los fastos de la más alta magistratura o el tono mesurado de un hábil orador y el otro configure la amenaza ciega de un procesado múltiple que acaba de recuperar la libertad. Los dos pretenden llevarnos a la Argentina del revés, donde la noche es el día y la sal endulza.Julio De Vido salió de la cárcel con ínfulas de mártir y exige reparación por las injusticias sufridas. Sin embargo, más de una decena de investigaciones judiciales con una prueba apabullante lo sindican como el armador de un sistema de robo al país creado al servicio de Néstor Kirchner, que funcionó durante doce años. "Hay que sancionar a los que abusaron de su poder para encarcelarnos", dijo el exministro de Planificación, condenado ya por la tragedia de Once, luego de que el Tribunal Oral Federal N° 1 levantara su prisión preventiva en la causa por fraude en Río Turbio.Es el relato que comparte todo el oficialismo, más allá de matices y "diferencias terminológicas": la corrupción kirchnerista es un invento de jueces confabulados con la administración de Macri y los "medios hegemónicos" para acabar con un gobierno popular. Ahora, por supuesto, es preciso restablecer la justicia y se hará todo lo que ese noble fin demande. Carambolas del voto y de la dialéctica, los acusados se erigen en virtuosos y levantan el dedo acusador. Bajo el mismo argumento, el Presidente anunció ante la Asamblea Legislativa una reforma judicial cuya finalidad, en este contexto, resulta obvia, aunque haya sido presentada con los modos del monaguillo que se consagra a seguir la senda del bien.Lo más revelador del discurso de Alberto Fernández fue el primer párrafo. Vale la pena recordarlo: "En la Argentina de hoy la palabra se ha devaluado peligrosamente -dijo-. Parte de nuestra política se ha valido de ella para ocultar la verdad o tergiversarla. Muchos creyeron que el discurso es una herramienta idónea para instalar en el imaginario público una realidad que no existe. Nunca midieron el daño que con la mentira le causaban al sistema democrático". Una descripción brillante. Pero ni Cristina Kirchner ni Sergio Massa se mosquearon: no era una confesión de parte, sino la técnica del kirchnerismo llevada al...

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