¿Aprenderemos la lección o seguiremos con la "birome, el dulce de leche y el colectivo"?

Las recientes protestas ciudadanas en diversas ciudades responden a la evidencia cada vez mayor de cómo la corrupción está dificultando los avances hacia la justicia social.

Maria Clara Lucchetti, Teóloga. Artículo publicado en revista Mensaje de Chile, www.mensaje.cl

No veía esto desde hacía mucho tiempo... Vi y participé en las manifestaciones estudiantiles de los años sesenta. Lloré con gas lacrimógeno y vi a los caballos en los que montaba la policía avanzando con fuerza hacia los estudiantes entre quienes me encontraba. Viví hace unos años las elecciones directas en Río de Janeiro, cuando un millón de personas exigía “¡Directas, ya!”. Vi también a mi hija adolescente, ¡con el uniforme del colegio y la cara pintada, gritando “¡Fuera, Collor!”, en el movimiento ciudadano que terminó con la caída del presidente Fernando Collor de Mello en 1992. Pero desde entonces no había visto nada más... hasta ahora. Cuando pensábamos que la posmodernidad había transformado a la juventud en mera consumidora pasiva de objetos e ideas prefabricadas, he vuelto a ver a los jóvenes llenando las calles. Marchando, protestando, gritando. Lamentablemente, cometiendo también actos violentos (cuando las calles se llenan y la población las ocupa defendiendo sus derechos, eso muchas veces sucede).

Es evidente que la violencia nunca es buena. Pero no olvidemos que la violencia es siempre, o casi siempre, generada por otra violencia. Pues, ¿hay violencia peor que verse obligado a dejar de alimentarse para poder llegar al trabajo? ¿O trabajar para ganarse una vida en la que se está obligado a escoger cuál satisfacción de las necesidades básicas deberá postergarse? ¿O tener que tomar dos o tres transportes llenos, sin mantenimiento ni seguridad, para llegar al lugar de trabajo cuando aún no amanece? ¿Y repetir por la noche esa terrible gimkana?

Es bueno que la juventud no haya perdido la capacidad de indignarse y exponer su insatisfacción en la plaza pública. Es bueno observar que los indignados no se expresan solo en Chile o en Wall Street. Están aquí y ahora; están presentes cada vez que su paciencia se agota. En el caso brasileño, el detonante fueron recientemente los centavos adicionales que aumentó la tarifa del bus urbano, señal del retorno de la amenaza de la inflación. Las dueñas de casa ya lo habían sentido: en el supermercado, en el costo de los alimentos y en muchos artículos de necesidad que, súbitamente, difícilmente podían ser costeados por sus...

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