Apenas un nombre desató el escarmiento general

Miguel Acevedo, presidente interino de la Unión Industrial Argentina (UIA), se comunicó el miércoles pasado con los otros líderes de las cámaras que integran el Grupo de los Seis. Les informó que la entidad emitiría un comunicado contra el decreto que amplía la participación del Estado dentro de las compañías a través de las acciones de la Anses. Con excepción de Hugo Biolcati, de La Rural, que cuestionó duramente la normativa, ninguno se sumó al repudio público. Sólo lo hizo, por fuera de ese núcleo, la Asociación Empresaria Argentina (AEA). En realidad, el texto de la UIA era bastante más virulento del que finalmente salió: hablaba de intervencionismo con alusiones a Venezuela.Una vez más, los empresarios quedaron divididos. El viernes al mediodía, mientras transcurría la asamblea de Siderar y el Gobierno pretendía, sin éxito, designar allí como director al economista Axel Kicillof y a otros dos técnicos, un encumbrado ejecutivo de otra compañía alcanzada por la nueva regulación hacía una especie de catarsis. "Es increíble lo que está pasando ?dijo a La Nacion?. ¿Quién es Kicillof, un asesino serial? Nadie va a estatizar o no estatizar Techint porque él esté. ¿Y qué información secreta podría obtener en una firma que cotiza en Bolsa? El es un especialista en marxismo... ¿¡Y...!? Menos mal que no ponen un especialista en acero, porque ahí sería más peligroso. Ahora el tipo va a tardar un año en aprender cómo funciona un alto horno. Abrieron un frente donde no lo había: ahora, por estos muchachos, sí tenemos un problema serio."Estaba enojado. Su referencia a "estos muchachos" no involucraba a ninguna agrupación estudiantil: hablaba de Techint. Que fue, según evalúa la mayor parte del establishment, el único objeto de la medida tomada por el Gobierno.Son especulaciones que, en realidad, respalda un conflictivo encuentro de hace pocos días. Daniel Novegil, CEO de Ternium, discutió allí con el ministro de Economía, Amado Boudou, porque el grupo siderúrgico no estaba dispuesto a aceptar a Kicillof como reemplazante de Aldo Ferrer, el anterior director estatal. El ejecutivo proponía a otro economista, Bernardo Kosacoff. Pero no sólo no lo consiguió, sino que desencadenó la furia gubernamental que engendró el decreto y el estupor generalizado. Así funciona a veces la Argentina: con una lógica que, más que a hombres de Estado, remite a educadores escolares. "No se va nadie hasta que no aparezca la lapicera de Fulano", nos decían las maestras. El razonamiento...

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