El anunciado final de un modelo agotado

Equipo que gana no se toca. A lo largo de una década, la máxima futbolística funcionó también para el consumo, lo que explica la persistencia en el tiempo de un esquema comercial basado en la combinación de las promociones y las compras en cuotas.

Durante gran parte del kirchnerismo, este modelo dio sobradas muestras de su capacidad para defender el poder de compra de los salarios ante la ofensiva de la inflación. El panorama, sin embargo, empezó a cambiar a partir del salto que pegaron los precios en 2014 y en los últimos dos años los indicadores que dan cuenta de la evolución de las ventas en los supermercados y autoservicios se acostumbraron a mostrar números en rojo.

Frente a este nuevo escenario, lo que está haciendo ahora el Gobierno con la sanción de la nueva norma que obliga a diferenciar entre el precio en cuotas y el precio al contado es mover el banco. La esperanza es que un cambio en la formación termine funcionando como un revulsivo para el consumo, que cerró 2016 con la peor baja en más de una década.

Detrás de lo que en el Gobierno no dudan en definir como un "ocultamiento de los costos de financiamiento que tienen los precios en cuotas", en realidad, se encuentra un objetivo más ambicioso, que es el sinceramiento de los costos y los precios de los productos.

Desde hace meses, en la Secretaría de Comercio impulsan una cruzada contra las promociones y ofertas, a las que acusan de engañar al consumidor. El argumento oficial es que no todos los consumidores alcanzan a darse cuenta de que un descuento del 80% en la segunda unidad representa una rebaja real del 40% en la compra o de que la tercera unidad gratis en los hechos implica sólo un 33% menos a la hora de pasar...

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