Aníbal Fernández, un pelotazo en contra

El Presidente Alberto Fernández, toma juramento a los nuevos Ministros: Aníbal Fernández, Ministro de Seguridad.

Fue hace veinte años. Dirigía una revista dominical que circulaba con los principales diarios del interior y encargué una nota de tapa sobre los últimos años de Ronald Reagan como presidente de los Estados Unidos, cuando el Alzheimer ya lo minaba al punto de que se perdía dentro de la Casa Blanca.

Busqué un título bien ganchero que sonara a best seller o a película: "El presidente que perdió la cabeza". Cuando se publicó recibí una opinión negativa y al rato llegó otro comentario idéntico. Enseguida cayó uno más muy parecido. No había WhatsApp ni redes sociales todavía, así que las quejas llegaban por mail y más lentamente por correo. Me bastó que fueran cuatro o cinco los mensajes con la misma objeción para darme cuenta de que me había equivocado. Eran de allegados a personas que sufrían ese mal y que sentían lastimada su sensibilidad por mi título. No importa que no hubiese sido mi intención, sino lo que había provocado. Nunca me perdoné esa falta de empatía.

Los seres humanos estamos expuestos a cometer errores. Pero si tenemos la humildad de enmendarlos, podemos aprender de ellos para evitar repetirlos. Si nos negamos a ese aprendizaje, nos exponemos a reiterarlos una y otra vez. Y así nunca podremos mejorar.

Esta larga digresión inicial viene a cuento del episodio que ocupó gran parte de la semana que se fue: no ya el desafortunado tuit que Aníbal Fernández le dedicó a Nik, sino, más grave aún, su empecinamiento posterior en tratar de convencernos de que estuvo bien y de que no tuvo las intenciones que buena parte de la opinión pública le atribuyó.

El dibujante de LA NACION fue uno de los tantos miles que criticaron que el gobierno bonaerense subsidiara los viajes de egresados. El ministro de Seguridad, que es un pertinaz guapo patrullador de las redes sociales, le respondió (aunque el mensaje no era para él) aludiendo indirecta, pero muy enfáticamente al colegio de las hijas de Nik, que, según el alto funcionario, también recibe subsidios (algo que desmintieron autoridades del establecimiento). El ministro no solo no estaba bien informado, sino que equipara la financiación parcial a la educación formal con regalar viajes en procura de votos, mientras hay escuelas bonaerenses que se caen a pedazos.

Pero lo más inquietante no fue eso, sino poner en evidencia, en el contexto de la polémica áspera que fogoneó el ministro, cuál...

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