El ángel rubio de la muerte: la historia de Irma Grese, la sádica agente del nazismo

Irma Grese permaneció durante cuatro años en las filas de las SS

La primera víctima de la acalorada pasión de Irma Grese por el movimiento nazi fue su propio padre. Se dice que esta mujer, rubia y de ojos azules, comenzó a sentir desde muy joven una fuerte identificación por la ideología fascista que promovía el infame Adolf Hitler.

A los 18 años, cuando se enlistó como funcionaria voluntaria en el campo de concentración de Ravensbrück, su papá decidió expulsarla de la casa por ir en contra de los principios familiares. Ella, como si nada, lo denunció y, como era de esperarse en los tiempos del Tercer Reich, el hombre fue encarcelado.

Desde entonces, Grese desarrolló una carrera llena de las peores barbaries que, por su supuesta belleza física, la hicieron merecer el calificativo del Ángel rubio de la muerte . Una de las peores verdugas del Holocausto.

Oficialmente ingresó a los 18 años a las filas del ejército nazi

La enfermera destinada a matar

Aunque su camino en las fuerzas nazis comenzó con actividades de protocolo , como la distribución de provisiones y el control del correo, su "sueño" era integrar el ala dura de las SS (Schutzstaffel). Tras prestar servicios sanitarios, y protagonizar algunos intentos infructuosos de graduarse como enfermera, Grese pasó a integrar, en 1943, el equipo de encargados del extenso centro de tortura de Auschwitz .

Allí trabajó de la mano de Josef Mengele, el médico que apeló a sus aberrantes supuestos genetistas dentro del centro de exterminio. Según cuentan los registros históricos, su trabajo era decidir quién debía perecer en las temibles cámaras de gas. Pero, como han contado varios supervivientes, esa no fue su única labor.

Es considerada como una de las tres mujeres más abominables del nazismo.

Contra todo y todos

Jamás la imagen de una mujer alta, de cabello delicadamente peinado y botas puntiagudas, había producido tanto pavor. Según Luba Triszinska, una de las sobrevivientes al exterminio nazi, la principal técnica de Grese era atacar a los prisioneros con perros rabiosos, que ni siquiera alimentaba, para que devastaran sin piedad a los desnutridos detenidos.

Otro de sus despiadados modus operandi consistía en atacar con un látigo trenzado...

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