El amor tiene cara de mujer (y de fútbol)

Era 1975. Los riverplatenses venían de 18 años de sufrimiento y humillación. Mi viejo vivía esos días con una expectativa potente: estaba seguro de que ese año se les daba de nuevo, de que iba a haber vuelta olímpica y desahogo futbolero. Angelito Labruna, el héroe de su infancia y de su juventud, iba a sacarlos campeones, seguro. Yo entraba en la adolescencia y lo veía creer, confiar mientras al otro lado de la tele o en los diarios o en El Gráfico, Angelito era la cara de la esperanza. Era tal el amor y la admiración por mi viejo que me moría de ganas de compartir ese código, esa intensidad reservada al universo masculino. No tuve hermanos varones, esto es, mi papá no tenía compañero los domingos a la noche para ver (y comentar) el fútbol. Y ahí empecé a acercar mi silla para sentarme junto a él, cuando la vida todavía era en blanco y negro, cenábamos sándwiches de miga para que mi mamá no tuviera que cocinar el fin de semana y desde la serie Mujer policía, Angie Dickinson nos mostraba que las mujeres podíamos ser fuertes, justicieras y defendernos solitas.

Empecé por entender el juego, la dinámica, las reglas del 4-3-3, que sigue siendo el fútbol que me gusta. Junto con eso, la retórica, herramienta fundamental para comprender y para poder conversar con el otro en su misma lengua. Y es que eso era lo que yo quería, conversar con mi viejo de fútbol porque de política, su otra pasión, ya hablábamos. Por entonces él era mi gurú, lo que él votaba era lo correcto, lo que él cuestionaba, también. Mi viejo lo sabía todo, ¡qué duda había! Entonces si él era de River, yo era de River, como ese gigante flaquito del Bajo Belgrano que años después iba a ponerle letra y música a nuestro capitán Beto.

Por entonces, en las reuniones con amigos me escapaba de las charlas de "me dijo, te dije, le dijo" con las chicas y me iba a escuchar a los varones. Me quedaba ahí, observando. Me divertían las chicanas entre ellos, las comparaciones; me daba curiosidad capturar el aura de ese código del hincha, una clase de pasión que por entonces las mujeres no teníamos. Muy de vez en cuando tiraba alguna idea, algún concepto. Se sorprendían: ah, mirá, una mina que sabe de fútbol? Una vez que supe utilizar adecuadamente los conceptos de posición adelantada, offside, corner, penal y tiro libre; cuando supe qué era un gol olímpico, una pared y una gambeta, procuré el mantra de memoria, un mantra que decía así: Fillol, Comelles, Perfumo, Ártico y Héctor López; J. J...

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