Las amistades ligeras que marcan una vida

Vamos a extrañarlos pronto, como se extraña el murmullo del mar en cuanto empieza a ser recuerdo después de haber disfrutado de sus encantadores sonidos de manera imperceptible, ignorantes de cuánto bien le han hecho a nuestro espíritu. Vamos a hacernos los distraídos porque la vida sigue, las tareas apremian y nos arrastra en su remolino el vértigo de las cosas, pero apenas aquietemos nuestro espíritu y notemos que ya no están sentiremos un nudo en la garganta, la modesta melancolía de las cosas perdidas. Cuatro compañeros de trabajo se han ido, han elegido libremente seguir con sus vidas en otra parte, quizá más cerca de sus afectos o en el deseo de disfrutar sin tantas exigencias tras haber fatigado el oficio durante muchos años. Ahora mismo, cuando la mañana del sábado atravieso el amplio espacio de la redacción desolada en una pausa mientras escribo, veo uno de esos escritorios desierto, sin las señas de quien hasta ayer mismo lo ocupaba.Unas treinta de personas atiborramos una pequeña sala para despedirlos esta semana, y en las miradas de quienes allí estábamos creí ver una emoción contenida. Unos cuantos éramos veteranos del oficio. Quizá, pensé, sentimos que estábamos ante un espejo.Estábamos tomando una copa juntos, cuando me aproximé a uno de esos colegas que partía. Me puso una mano en un hombro:-Estoy disfrutando de ver las cosas que sé que voy a ver por última vez -dijo conmovido. Quería llevarse la memoria de los rostros, el sonido último de las voces. El pasado empezaba a alejarse.Me quedé en un costado de la sala, mirándolos con curiosidad. Pensé en el modo en que urdimos esas amistades secretas a lo largo de los años. Conversamos sobre bodas y funerales, sobre amores y desengaños, sobre nuestros padres y nuestros hijos, a veces con una franqueza inesperada. He desnudado mis penas no ya ante un amigo, sino frente a algún compañero junto a la máquina de café. He oído historias de desamparo y congoja de quienes me franquearon el paso a su intimidad, y siempre al cabo de esos encuentros me he sentido raramente unido a ellos y para siempre.Esas amistades ligeras no siempre se alimentan de hondas confesiones, claro. A menudo están hechas de las liviandades y tonterías que nos prodigamos en las pausas que permite el trabajo, en las complicidades de...

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