AMIA: sobrevivió al atentado y se refugió en el arte para poder sanar

Mirta Regina Satz está en la avenida Córdoba a la espera de un taxi para llegar a su casa. Tiene algo de sangre en las manos y otro tanto de polvo que le cubre la ropa. A unas cuadras, sobre Pasteur 633, se oyen el vuelo de helicópteros y el ruido seco de los ladrillos que caen de un edificio que se desmorona. Al entrar a su hogar, abraza a su hija Mora, de seis años, como si en ese acto pudiese encontrar algo de paz ante tanta destrucción de la que acaba de ser testigo. Hace unas horas, logró salir ilesa del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (), que dejó 85 muertos y cientos de heridos. Era el 18 de julio de 1994."¿Cómo sobrevivir después de sobrevivir?", se cuestionó durante años. Hasta que un día encontró algunas certezas: abrió un centro de arte y dedicó su obra plástica a entender el horror."Busco mostrar la belleza de la herida. La belleza no solo es lo lindo, sino también el dolor y la tristeza", argumenta mientras muestra uno de sus cuadros, Heridas en el aire, que tiene un fondo de azulejos negros y blancos agrietados sobre el que se recorta la figura de una mujer cabizbaja y desnuda.Está nerviosa porque el jueves próximo, un día después del 24° aniversario del atentado, se estrenará en los cines Gaumont y Cosmos, el documental que cuenta su historia, Ikigai. La sonrisa de Gardel, que dirigió Ricky Piterbarg. Pronto, además, lanzará Azulejos, un CD con tangos, milongas y valses que compuso.El 18 de julio de 1994, Satz salió de su casa a las 7.20 para ir a trabajar a la AMIA, donde se desempeñaba como jefa de Tesorería. Estaba contenta: había comprado una taza y un repasador para estrenar en la oficina que ocupaba en el segundo piso de la renovada sede. Llevar esos objetos, relata, le hacía olvidar, por unos momentos, la sensación de miedo que había dejado el ataque a la Embajada de Israel, en 1992.Al llegar a su oficina, alrededor de las 8, conversó por teléfono con la jefa de Personal, que estaba a unos metros de su escritorio. "Ese día se iban a mandar telegramas de despido. La AMIA se estaba reestructurando", dice. Después, discutió un tema que no puede recordar con otro compañero. Solo se acuerda de que, en esa charla, ella se negó a hacer algo. "Él murió en el atentado. Me atormenta eso. Pienso mucho en los últimos momentos de mis compañeros. En sus vidas, sus gestos, el brillo de sus ojos...", se acongoja.A las 9.53, cuando explotó la bomba, Satz estaba sola en la oficina que compartía con sus cuatro...

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