'Ametralladoras' y negocios ambiciosos. Así avanza el terror narco en Rosario

‏‏‎ ‎

ROSARIO. Máximo Cantero, alias Guille, es el narco más poderoso de la Argentina en el imaginario público. Pero el lunes pasado durmió tirado en el suelo, envuelto en unas frazadas sucias y harapientas en su calabozo. Al líder de Los Monos le queda una larga estadía en la prisión, quizás, gran parte o toda su vida. Guille tiene 32 años y una condena de casi el doble de tiempo por siete causas que abarcan crímenes, secuestros y narcotráfico.

Sus allegados cercanos temen que termine muerto en ese calabozo "húmedo" y "maloliente" de la cárcel federal de Marcos Paz, donde en 14 días l e secuestraron dos teléfonos fijos que estaban a su disposición, acomodados prolijamente sobre un escritorio dentro de la celda, como si fuera una oficina. Tras el escándalo, llegó el escarmiento dentro del penal. Todos se transformaron en sus enemigos, incluso los guardiacárceles y los policías a los que pagaba sobornos.

En los próximos meses, la sumatoria de penas superará el siglo. Actualmente es juzgado por atentar contra 14 residencias de jueces y edificios judiciales en 2018; le esperan procesos por otro crimen, extorsiones y, antes de fin de año, por lavado de dinero.

Este hombre robusto, que usa lentes de marco grueso desde pequeño, creció en un clan narco en la cruda periferia del barrio La Granada, en el sur de Rosario, conducido en sus orígenes por su padre, Ariel Máximo, y sus dos hermanos Claudio (el mítico "Pájaro") y Ramón Machuca, alias Monchi. Hoy está "jugado", según creen en el gobierno provincial y en la Justicia.

El líder de Los Monos creció en un clan narco en la cruda periferia del barrio La Granada, en el sur de Rosario

Todos dirían que está perdido, aunque hasta ahora n adie logró controlarlo en las seis prisiones por las que pasó desde junio de 2012, cuando decidió entregarse a la policía con una amplia sonrisa. Aunque estaba prófugo, nadie lo perseguía (de hecho, un sector de la policía lo protegía), tras haber vengado con cinco crímenes el asesinato de su hermano, el Pájaro. Desde ese momento, Los Monos se transformaron bajo su liderazgo. Y también lo hizo Rosario, atravesada por el terror de la violencia narco.

Se perdieron las ambiciones de crecer de forma más ordenada, como planeaba el Pájaro, que proyectaba acumular e invertir el dinero de otra forma, en campos, mansiones, empresas y negocios ambiciosos. Buscaba salir de una vez por todas de ese gueto marginal que les sirvió siempre de guarida, gracias a la muralla que levantaron los militares antes del Mundial 78 para esconder a los pobres que habían acarreado a esa zona suburbana del sur de Rosario. Querían evitar que los turistas que llegaban desde Buenos Aires por la autopista vieran ese escenario cruel de la realidad.

La ira de Guille logró exponer a la banda, que quedó en el radar de la Justicia desde que sus miembros fueron condenados por primera vez, en abril de 2018. La suya parece una postura irracional, contraria al negocio convencional del narcotráfico, que en la clandestinidad busca pasar desapercibido.

Operativo por el hallazgo de un túnel de 300 metros de longitud, que presumiblemente usaban Los Monos para escapar

Prefirió usufructuar ese terror como una suerte de franquicia de la violencia. Creó una marca registrada de sangre, que genera una renta estable, a la par del negocio narco, a través de amenazas, extorsiones y usurpaciones. "Se quedó con más de 150 inmuebles" en los últimos años, precisó una de las personas que más lo investigó. Esos inmuebles no se pagan con dinero: se saldan con balas que disparan jóvenes que reclutan sus gerentes rústicos, los llamados "tiratiros" o sicarios "fungibles", como los definió...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR