Las amenazas de bomba ahora empañan las fiestas de egresados

La música dejó de sonar y las luces se encendieron repentinamente. Eran las tres de la mañana en Museum, el miércoles pasado, y los estudiantes del colegio Esteban Echeverría estaban en plena fiesta de egresados cuando un llamado anónimo al 911, que alertaba sobre una amenaza de bomba, empañó la noche.

"El encargado del boliche se acercó a los padres que estábamos en la fiesta para explicarnos la situación y que debían evacuar el local y seguir las normas que establece el protocolo para estos casos -relata Silvana Balestrini, madre de uno de los chicos que organizaban el festejo-. Por suerte el escuadrón antibombas llegó bastante rápido y no hubo ningún riesgo para los chicos, Pero cuando volvieron a ingresar, parece que algunos jóvenes que no eran de la fiesta aprovecharon la situación para colarse como invitados, y dentro del local luego se sucedieron algunos robos. Se armó un disturbio que no pasó a mayores y después todo siguió con normalidad. Pero, por culpa de ese episodio, se arruinó el festejo que estaban organizando desde hacía un año".

La ola de amenazas de bomba que padecieron este año las escuelas porteñas se trasladó en este último trimestre a otro escenario. Los estudiantes siguen siendo protagonistas, pero el nuevo objetivo son las fiestas de egresados: esa celebración de cierre tan esperada para la cual los alumnos juntan plata durante todo el año con el fin de afrontar el alquiler de uno de estos espacios, con costos que varían entre los $ 50.000 y los $ 120.000.

Según denuncian desde la Cámara de Empresarios de Discotecas y Entretenimiento de la Ciudad (Cedeba), solamente en el último mes se recibieron al menos unas 30 llamadas por amenazas de bomba en varias de las discotecas porteñas donde se realizan este tipo de eventos, como Museum, Club Aráoz, América y Kravi, entre otras.

"En quince días recibimos ocho amenazas -detalla Christian Gómez, encargado de Museum, que lleva el peor récord de esta nueva modalidad desde que empezaron las fiestas de egresados, a mediados de octubre pasado-. Es un calvario, y lamentablemente parece que se convirtió en una moda. La fiesta se interrumpe, llamamos a la comisaría y evacuamos a todos los chicos y los llevamos hasta la esquina, que es el punto de encuentro establecido. Pero tener a 1000 chicos en la calle implica un riesgo. Como padre uno piensa que sus hijos están dentro del local, divirtiéndose, y resulta que a mitad de la madrugada están todos en la calle".

Fuentes de la Policía...

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