La amenaza del peronismo 'salvaje'

A la hora de los postres, Gostanian pidió una inmensa isla flotante y varias cucharas, y los ruidosos adláteres del precandidato comenzaron a devorarla en solidaridad. Corría el turbulento año 1988, la dura interna justicialista se había lanzado y el enemigo total era el gobernador de la provincia de . Cuando ingresó al restaurante Look recibió una ovación, y al sentarse a la mesa, le clavó la mirada a un periodista que asistía a esa cena en calidad de testigo privilegiado: Juan Bautista Yofre. "Tata, ¿qué imagen damos?", inquirió Menem. Yofre, con la mano derecha, señaló a los devoradores de la isla flotante e incluyó a su exótico caudillo: "La imagen de una banda de salvajes". Luego atemperó: "Pero, ¿sabés? Vos vas a ganar". Sorprendido, el gobernador de le preguntó por qué. "Porque ustedes son el peronismo en estado puro, químico". Y le dio un consejo: "Me dicen que te quiere desafiar a un debate público y yo aceptaría con una sola condición". Menem estaba ansioso. "¿Cuál?", quiso saber. Entonces, el Tata Yofre le explicó: "Antes de ir al debate, tiene que reconocer que es un socialdemócrata, que se siente cómodo con Alfonsín, porque vos estás llamado para otra cosa".La escena forma parte del libro Dios y la patria se lo demanden, en el que Yofre revela archivos secretos y anécdotas personales de la política. Pero aquel diálogo no resulta hoy meramente anecdótico; tiene la enorme virtud de recordarnos la intimidad de un sentimiento inenarrable que prevaleció en la cultura peronista: entre la vocación acuerdista y republicana (la normalidad), y el salvajismo transgresor y antisistema (la anomalía), el corpus de militantes y adherentes siempre se terminó inclinando por la segunda opción. Cafiero y Bordón llevaban impresa en su frente la derrota, y luego los Kirchner representaron ese "estado puro y químico" del peronismo, que les permitió triunfar y que tanto daño le provocó a la Argentina. La fuerza de Perón fue creada para demoler la democracia liberal, y aunque su numen fue cambiando de parecer a lo largo de los años, el pecado original permanece: el republicanismo es un acto contra natura. No sabemos qué habría sucedido si en lugar de enviarlo a la Italia fascista, a Perón lo hubieran destinado a la Inglaterra de 1939. Tal vez el "gran conductor", en lugar de copiar a Mussolini, hubiera conocido al escritor Winston Churchill, y hoy seríamos Australia y no esta república bananera. Lo cierto es que quienes intentaron jugar el juego...

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