Ama a Maradona, se apena por Passarella, pone en lo más alto a Gallardo y quiere cruzarse a Sampaoli: las 100 preguntas a Juan Amador Sánchez

En el remodelado estadio de Platense, con las nuevas plateas de fondo; Juan Amador Sánchez lleva cinco años y dos ascensos como manager.

Jugó en Boca y en River, pasó de San Martín a Atlético de Tucumán y de Nueva Chicago a Deportivo Morón, pero sobrevivió para contarlo, quizá porque es una persona muy querida en un ambiente plagado de celos y envidia. Después de 42 años en el fútbol, primero como jugador, luego como entrenador y ahora como manager, consiguió devolver a su querido Platense a la máxima categoría tras más de dos décadas. Compartió cancha con su hijo, lo dirigió en tres equipos y también lo sufrió como rival. Acumuló vivencias con personajes renombrados, desde Adolfo Pedernera a Diego Maradona, del Muñeco Gallardo al Polaco Goyeneche, de Passarella a Menotti, y sabe contar muy bien las anécdotas. Por eso lo buscamos, y así responde las 100 x100 Juan Amador Sánchez a LA NACIÓN.

  1. -¿Quién es Juan Amador Sánchez?

    -Un tipo normal que tenía el sueño de ser futbolista y al que sus viejos dejaron venir del campo a Buenos Aires para intentarlo, pero con una consigna: que me portara bien y que terminara el colegio. El colegio no pude terminarlo porque debuté muy joven, pero creo haberme portado bien en mi carrera. No era fácil para un padre dejar a su hijo vivir debajo de la tribuna de un estadio (el de Huracán), cuando ya se hablaba de drogas y un montón de porquerías. "Andá siempre por la ruta, lo único que te pido es que no te vayas a la banquina", me dijo.

    Con la camiseta de Unión Fútbol Club de Totoras, en su pueblo, un Juan Amador Sánchez muy jovencito.

  2. -Definite como futbolista.

    -Era un defensor tiempista, me ayudó mucho haber sido un delantero rápido en mis comienzos. No hice inferiores, debuté en mi pueblo a los 14 años y después, por suerte tuve como entrenadores a grandísimos marcadores centrales que me enseñaron fundamentos del puesto: Ramos Delgado, Passarella, Rogel, Basile, Varacka, Higuaín como compañero y luego DT. Jorge Albil, el padre de Damián, cuando me trajo a Buenos Aires me decía: "Juancito, vos sabés gambetear y los delanteros no saben marcar", entonces empecé a salir jugando del fondo y sumé un atributo importante. Y otro sabio del que aprendí mucho fue Adolfo Pedernera.

  3. -¿Dónde lo tuviste?

    -Cuando jugué en River, llegaba temprano al entrenamiento e iba a la confitería. Un día, un señor me dice: "Lo invito a tomar un café". Y me empezó a corregir cosas. Como yo era derecho y jugaba de 6 con Higuaín, me decía que no enganchara para adentro, que me acostumbrara a salir para la izquierda. Me marcaba cosas puntuales. La segunda vez que me invitó, cuando se fue, le pregunté al mozo quién era el señor. "Don Adolfo Pedernera", me contestó. Trabajaba en inferiores. Yo sabía quién era pero nunca lo había visto. A partir de ahí empecé a llegar siempre temprano y a escucharlo con gran atención. "A la platea San Martín le gustan los buenos jugadores y usted lo es, salga jugando, no se coma a los volantes", me decía. Don Adolfo fue uno de los más grandes docentes que conocí en el fútbol.

    Sánchez con un viejo sabio, Adolfo Pedernera; escuchó sus consejos en la confitería de River.

  4. -¿Por qué te pusieron Amador?

    -Llevo los nombres de mis dos abuelos, a los que no llegué a conocer. Cuando arranqué en Huracán, el Baby Cortés, me dijo: "No podés jugar siendo Juan Sánchez, es demasiado común, agregate el segundo apellido". Cuando se enteró que me llamaba Amador, me dijo: "Listo, tenés que ser Juan Amador Sánchez, así te identifican". Y tenía razón, porque salvo en Huracán y en mi pueblo, que me conocen como Juancho, el mundo del fútbol me dice "Juan Amador".

  5. -El nombre encaja con tu forma de ser: sos muy querido en el ambiente.

    -Sin ser egocéntrico, y con honestidad, te digo con mucha satisfacción que me siento un tipo muy querido en el ambiente. Y es el gran homenaje que le hice a mi viejo con eso de portarme bien. Lo perdí muy joven al viejo por un tumor en la cabeza. En esa creo que no le fallé, y en un ambiente muy difícil. También tuve la gran suerte de encontrarme en Huracán a compañeros grandes que me guiaron por el buen camino: Carlitos Babington, el Negro Longo, Brindisi, Avallay, Vidallé...

    Con Carlos Babington, una de las personas que lo aconsejó y cobijó en sus comienzos, en Huracán.

  6. -¿Por qué decís que es un ambiente difícil?

    -Porque hay muchos ego, envidia y celos, y sobre todo porque es un ambiente con mucha competencia. Un jugador de fútbol queda afuera del equipo y pone cara de culo. El fútbol no es yo, es nosotros, y el que no entiende eso no puede estar en un grupo. Siempre fue un ambiente muy pero muy competitivo, y más hoy con el dinero que ganan los chicos, por la exposición pública y las redes sociales.

  7. -¿Qué es Totoras para vos?

    -El lugar donde nací, donde nunca dejé de estar y donde terminaré mi paso por esta hermosa vida que Dios me dio. A Totoras la tengo presente todos los días: allí está mi hermana Mariana con sus hijos y, aunque perdí a mi hermanito Fabián con 27 años en un accidente en la ruta, quedaron sus dos hijas y su señora, están mis tíos, primos y mis amigos de la vida, que para mí son sagrados. Cuando jugaba al fútbol me iba todos los domingos a Totoras después de los partidos. Incluso, cuando gané mi único título en Primera, con River en 1991, la fiesta de premiación se hacía a la noche en el Sheraton, y yo llamé a mi hermano y le dije: "Prendé el fuego que en tres horas estoy ahí". Y festejé con los míos en Totoras. Antes hacía el viaje en tres horas, andaba en el aire, pero después del accidente que se llevó a mi hermanito voy a 80: paro a comprar frutas, paro a comprar flores, paro a que la perra corra un poco, ya no tengo apuro de nada.

    Totoras, en la provincia de Santa Fe, a 65 kilómetros de Rosario, es su lugar en el mundo.

  8. -¿A qué se dedicaban tus viejos?

    -Mi vieja era ama de casa y mi viejo, tesorero del Banco Nación en varias ciudades de la zona pero tenía un segundo trabajo: fue uno de los primeros en asar vaquillonas con cuero en los remates de los dueños de campo. Una vez le hizo un asado al Popi Larrauri en el club para mil personas, vino Juan Manuel Fangio. Todas las fiestas del pueblo las hacía mi viejo, y cuando era para los bomberos o las parroquias no cobraba un mango. Por suerte nunca nos faltó el morfi y pudimos estudiar, pero en mi casa nos enseñaron a conformarnos con lo que había. No me olvido más el día que me regaló los primeros botines. Eran marca Rizzo Suar, de Rosario. Me los puse y salí a correr por el frente de casa, tenía 12 años.

  9. -¿Laburaste de pibe?

    -Hice de todo. A los 13 años empecé en la panadería: iba con mis amigos al baile los viernes pero a las 3 de la mañana me rajaba a hacer la masa. Después fui cocinero en un pub de mi tío: hacía las pizzas, hamburguesas y lomitos. Y de ahí me fui a una carpintería, donde tuve un accidente grave: me bajó la presión, me caí sobre la sierra y se me cortaron 6 tendones y el radio. Me llevaron al hospital, estuvieron a punto de cortarme el brazo pero el doctor Martínez me tuvo 6 horas y media en la operación y me lo dejó normal. ¡Increíble! Lo único que no pude hacer es seguir tocando la guitarra. Hice la recuperación de los dedos con una pelotita tipo esponja: la tenía en el bolsillo todo el día, en el colegio, en las salidas, y la aplastaba todo el tiempo. Así estuve un año. Mi viejo no quería que yo laburara en la carpintería: decía que no conocía a uno solo que trabajara de carpintero y no se cortara. Tenía razón. Después aprendí el oficio de plomero y estuve a punto de traerme las herramientas para seguir, cuando vine a Buenos Aires a jugar al fútbol.

  10. -¿De qué equipo eras hincha de chico y quién era tu ídolo?

    -De Boca, por mi viejo. Al principio me volvía loco con el Muñeco Madurga, después quería ser como Pancho Sa, que era el 2 de Boca y tocaba la guitarra como yo. Y con el Mundial 78 me enganché mucho con Mario (Kempes) y con el Loco (Houseman). Después, cuando uno es profesional ese sentimiento se va desvirtuando. Yo viví tres años debajo de la tribuna de Huracán, un club que me dio la posibilidad de debutar en Primera y me hice hincha del Globo. Y con Platense, sumando los años como jugador, entrenador y manager, más lo que vivió mi hijo en el club, es una historia de 15 años. Es muy fuerte lo mío con Platense.

  11. -¿Cómo llegaste a Huracán?

    -En Totoras había un técnico rosarino, Vicente Falabella, que decía ser amigo de Menotti. Mucho no le creíamos. A fines del 78 le dijo a mi papá que me quería llevar a probar a Buenos Aires para que me viera Menotti. Imaginate: en ese momento, César era Gardel. Vine descreído, nos acercamos a José C. Paz, donde practicaba la selección, nos anunciamos en la puerta y mientras esperábamos apareció Diego (Maradona) con Cyterszpiler en una Coupé Fuego roja, porque se entrenaba el juvenil. ¡O sea que al primer jugador profesional que conocí en Buenos Aires fue a Diego! ¡Increíble! César lo atendió a Falabella, a mí me puso con los suplentes en la práctica y tuve que marcar a Maradona, Ramón Díaz, Escudero y Calderón, o sea: a todos los monstruos que fueron campeones del mundo el año siguiente. Me fue bien y me mandó a ver a Bilardo a San Lorenzo. Tenían buena relación en ese momento. Fui al Gasómetro y Bilardo me puso en la Reserva y tuve que marcar a Doval y al Lobo Fischer. Todo eso en dos días. El tema es que enseguida San Lorenzo se fue de gira a Japón, Bilardo no dejó dicho nada, y entonces me fui a probar a Huracán, que quedaba cerca. Ahí gusté y decidí quedarme, porque encima estaba Houseman, al que admiraba.

    El primer futbolista profesional que se cruzó el día que se vino a probar a Buenos Aires fue Diego Maradona. Increíble.

  12. -¿Cuál es el abecé del defensor central?

    -Mirarle los ojos al tipo que viene con la pelota: de 10 veces, en 9 pone la pelota donde miró la primera vez. Eso me lo enseñó Ramos Delgado. Otra es un dicho turfístico: no jugarse todos los boletos a ganador. O sea: no salir siempre a...

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