En alerta: de cualquier manera, River vive en ebullición

LA PLATA.- Ese abrazo intencionado de Lucas Ocampos con su técnico, después del golazo que marcó, puso en evidencia que los jugadores de River salieron a hacerle frente a algo más que un partido. Fue la mejor demostración de que algo los inquietaba y que no era únicamente la necesidad de volver al triunfo, que no era sólo por volver a estar en la punta, aunque sea compartida. Como si se tratara de una declaración de principios hacia los comentarios envenenados y las charlas por atrás que pusieron en la mira al proyecto de Matías Almeyda, que, en la semana, quizá intuitivamente, adelantó: "No me voy a bajar del barco".River cumplió con el designio del triunfo, sin ser exagerado en juego y en lucimiento. Al final, su hinchada se lo agradeció con otra demostración de afecto en un estadio que vivió un verdadero marco de primera; se alegró por la vuelta a la victoria en el arranque de la segunda rueda y después del empate de la semana pasada con Almirante Brown. Pagó con una moderada cuota de fútbol, con la complicidad de su adversario y un golazo de esos que merecen verse una y otra vez. Enunciados, las causas y los motivos.Volvió a la punta . River se había acostumbrado a dejar pasar la oportunidad de estar en lo alto de la tabla en los partidos precedentes. Ayer, después de la igualdad del viernes de Instituto con Huracán, la ocasión parecía propicia para sacarse ese "karma" y también para vivirlo con una significación especial en la tribuna y, especialmente, en la intimidad de su plantel. Finalmente, la victoria detuvo un ambiente desestabilizador y corroído por las disputas políticas internas. Y lo detuvo en números normales y medidos.¿Por qué resultó así? Porque River tuvo la conducción absoluta del partido y la graduó a su antojo. El ritmo, la ambición, la audacia y las apariciones individuales. Llegó al desequilibrio por decantación de la diferente capacidad entre uno y otro. Con el nerviosismo a cuestas que no lo deja ni cuando el marcador lo favorece, dio lo mínimo e indispensable como para asegurarse el éxito.¿Qué papel le cupo a Chacarita? El de un oponente excesivamente impreciso, desordenado y respetuoso, quizá impresionado por los apellidos de River. Nunca terminó de advertir que su rival se tomaba recreos, que por momentos estaba nervioso y que lo podría haber apurado -nunca comprometido seriamente- con un poquito más de actitud y decisión. Claro, armó toda su estrategia para aguantar y...

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