Más que 'alegría', responsabilidad y sensatez

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner

La vicepresidenta invocó la necesidad de recuperar la alegría. Pocos objetivos son tan atractivos . Creo que quienes sostienen ese planteo lo hacen de buena fe. No hay dudas de que cuando transcurren meses con el país al borde de una corrida financiera, o se advierte que la inflación le resulta inmanejable al oficialismo, el humor social se deteriora. La Argentina necesita cambiar, pero también necesita reflexionar.

La experiencia política que estamos transitando, estos más de 20 años posteriores a la crisis que se incubó en la recesión de 1998 y que estalló en 2001/2, merece un juicio que excede la valoración electoral. La dominancia kirchnerista, ya sea como oficialismo o como una minoría con capacidad de incidencia, no ha sido una casualidad. Un largo ciclo más centrado en buscar culpables que soluciones, instalando consignas y apelando a las emociones, por ejemplo: "la alegría". Por eso no sorprende que se bata recurrentemente el mismo parche.

Hay una relación que une la política espectáculo, el discurso épico y la apelación a sensaciones movilizantes, con la degradación del sentido de gestión, la falta de auditoría pública severa y la pobreza de resultados. Sencillamente porque la energía esta puesta en otro lado. La consecuencia natural de este proceso es el deterioro de la calidad de vida y de la confianza en las instituciones. Pero no se trata de algo "que nos pasó", se trata de un escenario que hemos construido como sociedad, con responsabilidades (obviamente) muy diferentes.

Lo paradojal de los recursos mal asignados y las apelaciones impostadas no es otra cosa que haber incubado en la sociedad un desprecio por lo público nunca visto en la Argentina. Al igual que en Cuba y Venezuela, las personas en privado se ríen, pero no de alegría, sino de los planteos desubicados y fuera de contexto de los funcionarios. Tanto reivindicar vanamente el Estado para que, al final del camino, luego de degradarlo y usarlo para fines partidistas, la sociedad haya incubado la idea de que se trata de una losa pesada de llevar, cara, y un nido de corrupción.

Se trata de una generalización falsa, pero de ninguna manera absurda. Este modelo es un fracaso , puedo decirlo categóricamente porque ningún otro país del área (a excepción de Venezuela) en estos años vio destruir su moneda ni duplicar sus indicadores de pobreza. Tomo solo dos referencias que demuestran que, en un contexto difícil, la Argentina...

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