Alberto, triste, solitario y ¿final?

Como que la estoy escuchando: "60, 59, 58…". Sí, es una cuenta regresiva; la cuenta que hace Cristina con los días que, según sus cálculos, le faltan para que Alberto se convenza de que ya es hora de retomar sus clases en la UBA, ocuparse de la crianza de Francisquito y ver series de punta a punta sin ser interrumpido por molestos asuntos de gobierno. A Cris le han llegado informes sobre las costumbres un tanto holgazanas y disolutas del Presidente, y cree que si con ese estilo de vida se siente cómodo no hay que seguir atareándolo. "Como no podemos echarle trabajo encima, habría que echarlo", reflexiona con corazón de madre. Alberto es consciente de que quieren licenciarlo, y se resiste. Más de una madrugada Fabiola lo encontró abrazado a la televisión de 82 pulgadas que tienen en el dormitorio al grito de "de acá no me saca nadie". No lo atrae ir de embajador a Burundi, el destino que le están ofreciendo; es una suerte de conurbano profundo de África, y sospecha que no va a tener buena señal de internet.

El cuadro puede resultar entrañable y, al mismo tiempo, patético. Es entrañable su lucha para no ser desplazado, y patético que no tenga de dónde agarrarse. En sus distintos chats con funcionarios no hay día en que no aparezca la leyenda que tanto lo perturba: "XXX salió del grupo". Para peor, la sensación de que se aproxima el desenlace le hace sobreactuar las señales con las que busca calmar a Cristina: por caso, su viaje relámpago a Jujuy para ver a Milagro Sala, que acababa de ser internada. La vice, que nunca la visitó desde que está presa por corrupción y violencia, vio la foto del Presi junto a la cama y comentó que no hay nada menos terapéutico que te caiga ese peludo de regalo . "Hablen con los médicos: deberían reforzarle la medicación", ordenó.

Otro ejemplo. Durante la Cumbre del G-7 en el castillo de Elmau, en los Alpes bávaros ("sí, son bárbaros", coincidió el profesor), salió a emboscar al premier británico, Boris Johnson, en un pasillo. Quería arrancarle un título rimbombante sobre las Malvinas, algo que le hiciera subir las acciones. Para aflojar la tensión del momento, le llevó de regalo un peine. Pero los astros no le sonríen. Sentados con el intérprete de por medio, le dijo: "Hola, mister, qué gusto mirarlo a los ojos. La Argentina podría ser la puerta de entrada del Reino Unido en América Latina. Claro que antes deberíamos discutir sobre la soberanía de las islas". Boris lo paró en seco: " Nou, nou, nou ". Alberto...

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