Alberto quería ser Néstor, pero antes tendrá que ser Duhalde

Alberto Fernández finalmente parece haber caído en la cuenta de que será presidente en un contexto de altísima complejidad, enormes restricciones y urgencias mayores que las previstas. Su expresión cambió en la última semana. "Se lo ve más serio". "En su cara hay un rictus más adusto, como de preocupación". Lo dicen quienes lo frecuentan en sus oficinas de Puerto Madero."Él quería arrancar su mandato como Néstor [Kirchner] en 2003, pero está empezando a asumir que antes tendrá que ser el Duhalde de 2002", graficó uno de los hombres que parecen tener un lugar asegurado en la gestión albertista.La metáfora se completa con la siguiente aclaración: "Cuando Kirchner asumió, ya le habían hecho la mayor parte del trabajo sucio. Primero, el default de Adolfo Rodríguez Saá, y luego, la devaluación y la pesificación duhaldista, con la que se inmoló Jorge Remes Lenicov. Encima, empezaba a soplar el viento de cola para las commodities. Para tener un horizonte equivalente falta mucho". Al menos en lo económico-financiero, la imagen idealizada de Néstor parece que no tendrá competencia por un buen tiempo.La situación de la deuda pública, los escasos recursos con que cuenta para hacerle frente y la urgencia para definir una salida serían los motivos centrales del cambio en los gestos de Alberto Fernández. Aunque no son las únicas causas. El exjefe de Gabinete ya daba por descontadas las necesidades sociales y las demandas internas, pero las restricciones cada día parecen mayores. "Darse cuenta" y "realidad" tienen la misma raíz etimológica en inglés. Aun sin dominar la lengua de Shakespeare, él ya lo está constatando.Las distracciones con la política internacional y la postergación del regreso de Cristina Kirchner dilataron aún más las definiciones, sobre todo en el plano económico-financiero, que ya venían postergadas desde la campaña electoral. Ahora la cuenta regresiva es más corta y hay que desactivar simultáneamente varios cables de ese reloj. Tic-tac. Tic-tac.Hasta hace solo algunas semanas, el presidente electo había dicho que su preocupación se centraba en los vencimientos de 2021. En los últimos diez días, los viajes de algunos de sus enviados a Estados Unidos, sus propias conversaciones con las autoridades del Fondo Monetario Internacional y los diálogos de dirigentes y economistas de su confianza con tenedores de deuda extranjeros lo habrían llevado a revisar sus previsiones. Parece haber menos tiempo del que se pensaba y se deseaba."A partir...

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